En los albores de 1951 un grupo de artistas estadounidenses entre los
que se encontraban William Bazoites, Adolph Gottlieb, Willem de
Knooning, Robert Motherwell, Barnet Newman, Jackson Pollock,
Mark Rothko, Clyford Still y algunos de origen europeo como Hans Hofmann,
aparecieron fotografiados en la revista Life bajo el epígrafe de
Los dieciocho irascibles. Su intención era protestar contra la irrisoria cantidad
de 10.000 dólares que el Metropolitan Museum de Nueva York1 dedicaba
a la compra de arte contemporáneo, lo que suponía un 2,5% del
presupuesto total destinado a sus adquisiciones. Irónicamente, años
más tarde los protagonistas de esta fotografía, tomada por Nina Leen,
se convertirían en los líderes indiscutibles de una tendencia artística,
denominada expresionismo abstracto, y sus obras no sólo alcanzarían
un valor asombroso en el mercado sino que también serían utilizadas
como señas de identidad de una nación, de espíritu democrático y de
gran poderío económico, que enarbolaba su bandera en contra de los
regímenes totalitarios de ideología comunista.
El expresionismo abstracto partió de la fusión de elementos diversos:
un fuerte individualismo derivado de las teorías existencialistas y
psicoanalíticas propias de la época, un interés por el primitivismo autóctono
americano y una absorción de los conocimientos procedentes
de la vanguardia europea, que llegaron a América por diferentes vías.
1 “The Metropolitan and the Modernism”, Life, January 15, Vol. 30, nº 3, p. 35.
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