de sus colores, en la exportación de patrones y figuras o en los trayectos de la luz y
sus sombras más acusadas, consiguiendo revolucionar la pintura sin hacerla evolucionar
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en sus bases estructurales.
La segunda parte de la década se abre con el 250 aniversario del nacimiento de
Goya, con una gran exposición en el Museo del Prado que, sin embargo, resulta apresurada
en su gestación. En la zona del Levante se reivindicaba la pintura figurativa,
pero será la abstracción lo que cobre protagonismo. En 1995 serán Pablo Palazuelo,
Yves Klein y Frank Stella quienes protagonicen la opción pictórica del MNCARS y el
Guggenheim de Nueva York inaugura una retrospectiva de Antoni Tàpies. Unos años
más tarde se inaugura en el Palacio de Velázquez Nuevas Abstracciones, con la participación
de artistas como José Manuel Broto, Peter Halley o Juan Uslé. En el MACBA
se revisaba la obra de Ferrán García Sevilla y en el IVAM la de Gerardo Rueda. En el
Centro del Carmen destacó la exposición de Albert Oehlen. Eran momentos donde se
dejaba ver Miguel Ángel Campano que, tras unos primeros tiempos de afirmación
de la pintura como ejercicio físico, buscó su lado más reflexivo y posteriormente,
ya en los noventa, más austero, más reduccionista. Pero también aparecen nuevos
artistas capaces de manejar los más diversos materiales. Curiosas eran las plantillas
de plastilina de Salvador Cidrás, basadas en lo natural y en el sentido de huella,
de corte pictórico y escultórico al tiempo. Otros artistas del momento eran Ricardo
Cadenas, Alejandra Icaza o Din Matamoro. También algunos seguidores del “gordillismo”,
como Luis Candaudap. En el IVAM se exponía la obra del norteamericano
Terry Winters y en el Palacio de Velázquez la versatilidad de disciplinas del alemán
Günther Förg. Entre las propuestas de galerías destacan las exposiciones en Soledad
Lorenzo de Adriana Varejão y Jonathan Lasker. La década se cierra con Imágenes de la
Abstracción 1969-1989, celebrada en la Sala de las Alhajas de Caja Madrid y en la Sala
de Exposiciones del Ministerio de Educación y Cultura, con comisariado de Mariano
Navarro. La muestra, que arranca a partir de la publicación del texto “Arte último” de
Juan Antonio Aguirre, donde se presenta la “Nueva Generación”, y concluye en 1989,
coincidiendo con la concesión del Premio Nacional de Artes Plásticas a José María
Sicilia, analizaba el lenguaje de la abstracción en su convivencia con lo conceptual.
Pero si algo destaca de entre los artistas de los noventa es cómo mostraron una
preocupación por indagar en la compleja relación entre el espacio ilusionista de la
pintura y la presencia física de la escultura y la arquitectura. Es el caso de quienes
buscaban el margen de lo pictórico, como Jesús Palomino o Elena Blasco, o quienes
lo reflexionaban desde el contexto, como Miquel Mont, Rosa Brun o Teo Soriano,