Aballí inserta estrategias del arte conceptual en el contexto de lo pictórico, ya sea a
partir de su desmaterialización o de la extrapolación de sus efectos cuando pinta sin
pinceles dejando que la luz o el polvo actúen sobre la tela. Porque en los años noventa
se generó la tendencia de no expresarse en el cuadro. No es que antes no se hubiera
hecho, pero la opción se convierte entonces en paradigma. Primero desdoblándose
como instalación y más tarde trabajando la pintura fuera de la pintura al desbordar
los límites tradicionales de su soporte, reencarnando sus motivos históricos en
otros medios como la fotografía o el vídeo. Otro caso significativo es el de José Ramón
Amondarain, que en su serie de Paraciegos concentraba la pintura en una suerte
de agujeros negros que se convertían en pinturas-objeto a partir de capas sucesivas
de pintura negra. También Perejaume, que trabaja la noción de campo expandido
y propone la noción de despintura como lugar para salir de la compresión de la propia
pintura. Perejaume entiende el arte como proceso, así como la pintura como acto
intelectualizado. Su obra Pintura-Fuirosos, de 1990, resulta significativa. No sabemos
si la pintura sale de la tierra, vomitada, o tal vez resista a abandonarse a la suerte de
sus reiterados anuncios de muerte. La fotografía, más allá de su condición pictórica
o de pintura fuera de la pintura, evidencia la capacidad de Perejaume de dibujar salidas
para las disciplinas artísticas. No importan los medios para trabajar la pintura,
sino la capacidad expansiva que a ésta le puede otorgar el pensamiento. La pintura
para Perejaume y otros artistas claves de esta reformulación de la pintura en los años
noventa no es un medio sino un tema, y se trabaja atendiendo a la relación entre
la representación, el mundo y el espectador. Para Perejaume, el paisaje es como la
naturaleza interpretada y, en este sentido, entiende el marco –muy presente en muchas
de sus obras literalmente– como elemento de conflicto capaz de provocar otras
lecturas, actuando con ironía en torno a la representación pictórica en obras como la
citada o en Pintura para exteriores, también de 1990.
La década de los noventa comienza también con otras exposiciones muy reveladoras
de lo que acontecerá posteriormente en la pintura. En la galería Fúcares de
Almagro, Simeón Sáiz Ruiz definía su actitud crítica a la hora de encarar la pintura
utilizando el texto y otros elementos como banderas para interpretar lo pictórico
desde lo social y lo político. Mientras, en Elba Benítez celebraba una de sus primeras
exposiciones Ignasi Aballí, y en Carles Poy, Miquel Mont. De ambos, aunque
por separado, escribía Rosa Olivares en el número 76 de la revista Lápiz. Del primero
elogiaba su capacidad para hablar de los límites del cuadro, algo que podía parecer
un recurso conceptual a la moda pero que está en la esencia del género pictórico y
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