formalista como Monjalés y Doro Balaguer, ceñirse al elementalismo geométrico
como Salvador Soria, adherirse a los postulados oteizanos como Manolo Gil u organizar
espacios activos y convertir el movimiento en un componente más de la
escultura como Alfaro. Por su parte, el Equipo 57, fundado en París alrededor de
Oteiza e integrado por Luis Aguilera, Ángel y José Duarte, Juan Serrano y Agustín
Ibarrola, actuaron como un colectivo más coherente bajo la influencia del danés
Richard Mortensen, desarrollando su propia teoría de la interactividad del espacio
plástico por la que sus diferentes componentes, variando tan solo en densidad,
color y dinamismo, se mantenían en relación de mutua interdependencia para
conformar un espacio unitario en el que la diferenciación entre fondo y figura se
desvirtuara por completo.
Pablo Palazuelo y Eduardo Chillida nos abrieron las puertas hacia universos personales
que, aunque guardaban cierta conexión con las investigaciones anteriores,
perseguían sus propias metas. Por ejemplo, la obra de Palazuelo nos remite al
mundo de la filosofía oriental y de la alquimia, ya que sus formas están sometidas
a distintas fuerzas y tensiones para conseguir el caos aparente en sus estructuras.
Su proceso creativo constituye un ciclo de transformación que él bautizó con
el nombre de “Transgeometría”2. Por su parte, Chillida, trabajó sobre el espacio
interior de la obra bajo la influencia de las teorías oteizanas, activándolo a través
del juego de superficies cóncavas y convexas logradas por el trabajo directo sobre
el hierro, al modo en que lo hiciera Julio González, e incorporando el pedestal de
madera no tratada a sus obras3.
La segunda generación de arte geométrico hizo su aparición a partir de 1965,
ligada a la noción que concebía la obra de arte como un proceso abierto de comunicación
entre el autor y el observador. Aquí el binomio arte-tecnología se convirtió
en un nuevo campo de experimentación que llegó a su punto más álgido con la
celebración de dos exposiciones de gran éxito fuera de nuestras fronteras: una de
ellas, The Responsive Eye, organizada por el MoMA en 1965, y, otra, Cybernetic Serendipity,
celebrada en el Instituto de Arte Contemporáneo de Londres en 1968. Ambas
exposiciones se formularon bajo una óptica neopositivista e indagaban sobre los
2 Bernárdez, Carmen; Gutiérrez, Ángel. La Colección del IVAM. Valencia: IVAM; Madrid: Aldeasa, 2001,
p. 254.
3 Ibídem, p. 150.
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