pintura como realidad que permite ser penetrada, habitada; la pintura como ejemplo
de expansión hacia lo escultórico y arquitectónico, como se advierte también
en artistas como Pedro Cabrita Reis. La de Stockholder es una pintura que permite
seguir hablando de pintura: composición, espacio, color, ritmo... todo nos remite a
una tradición salvo la superación definitiva del concepto de marco. El uso del color
desmaterializa las cosas y acaba por otorgar ese valor pictórico, abstracto, que caracteriza
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a sus trabajos.
Lo mismo sucede con un Richard Tuttle que desabriga la imagen, que la desnuda.
La de Richard Tuttle es una escritura incómoda, un lenguaje que exige un esfuerzo
interpretativo que se aleje de la contemplación irreflexiva. Ya no importa la
pintura, sino como ésta conseguirá afectarnos. Bajo estas premisas entenderemos
consecuciones o liberaciones de la pintura en artistas cercanos al diseño como Pae
White o Jorge Pardo, a quienes no les interesa la actividad manual de la pintura,
sino las conexiones en las que ésta se crea. Idénticas intenciones tiene Federico
Herrero, aunque en este caso sea a partir de pequeñas intervenciones que buscan
el margen para desarrollarse con formas en apariencia involuntarias. Como quien
escurre un trapo de pintura o ensaya una pequeña pincelada casi sin querer, Herrero
trabaja las esquinas, los bordillos y los muros sin importarle las impurezas
que pueda encontrarse en el camino. Cualquier detalle o argumento mínimo actúa
como desencadenante de su pintura líquida y deslizante, mientras el color, o más
concretamente su mezcla y combinación, se encarga de monumentalizar un trabajo
donde cada paso semeja tímido, discreto.
Pinturas como las de Herrero nos acercan a lo cotidiano. Otras como la de Michel
Majerus lo rebasan hasta confundirse con la propia pintura. Lo advertimos en la
rampa de patinaje que construyó y pintó para el Kölnischer Kunstverein en el 2000.
Ante la rampa de patinaje de Majerus nos preguntamos dónde nos encontramos.
¿Estamos inmersos en el caos urbano o en el silencio contemplativo de un museo?
Majerus, convencido de que la vida está dominada por la imagen, llevó lejos los escombros
de aquellas barreras anunciadas por Douglas Crimp, y supo hacerlo desde
el medio más tradicional de todos, desde la pintura. Una pintura que funciona como
escenario, como aquella “arena” de Pollock, donde todo parece tener cabida: el texto,
la música, el pop, las estridencias del vídeo, la publicidad. Como en el caso del
argentino Fabian Marcaccio, que en la Documenta 11 de Kassel que presentó una
pintura de 30 metros. Marcaccio busca reformular la pintura con nuevos recursos