de Antonio del mismo título en el jardín de su casa en Cuenca.9 La “acción” llevada
a cabo por Antonio Saura mucho tenía que ver con el texto que Tapié había publicado
con motivo de la exposición Un art autre en la galería Paul Facchetti (1952): “En la
actualidad, no puede existir el arte a no ser que cause estupefacción. Los verdaderos
creadores saben que el único camino válido para ellos consiste en expresar su mensaje
a través de lo extraordinario: el paroxismo, lo mágico, el total éxtasis, la improvisación
psíquica, al margen de toda forma preconcebida”. Rasgos del informalismo,
en sus más diversas vertientes, que Tapié encontró en las obras de artistas estadounidenses
y europeos, algunos de los cuales convocó en su proyecto, para enfrentar las
posibilidades que ofrecía la abstracción geométrica.10
En España era obligado tomar posición, y quizás lo más aconsejable hubiera sido
evitar enfrentamientos entre quienes compartían, aunque desde diferentes poéticas,
un mismo objetivo: alentar el debate artístico con propuestas acordes a las que
protagonizaban la escena internacional. Pero la tensión entre el informalismo y la
abstracción geométrica fue motivo de debates y desencuentros. A la amistad cómplice
de Manuel Millares con Vicente Aguilera Cerni se debe la nota que aquel dedicó
al Grupo Parpalló en la Carta nº 1 de El Paso a sus amigos (noviembre, 1975): “Valencia,
una de las ciudades españolas más castigadas por la abulia y ñoñez del academicismo
cuenta hoy, por fin, con un grupo de artistas jóvenes dispuestos a la lucha en favor
de un arte actual más español y universal. El grupo Parpalló nace en 1956 gracias al
calor y entusiasmo de hombres como Manolo Gil –el malogrado pintor recientemente
9 A pesar de que el documental esté ilocalizable, sabemos de él por las reseñas publicadas en prensa. “El
pintor coloca un gran lienzo sobre la hierba y vierte sobre la tela un tarro de bermellón, que extiende
febrilmente con la mano hasta cubrir parcialmente su superficie. Repite la operación con otros colores
y luego dibuja arabescos directamente con tubos de óleo, hasta vaciarlos. Cuando acaba con toda la
pintura, emplea espátulas y rodillos, trabajando también con las manos (el arte abstracto se sirve de
las más nuevas conquistas de la técnica). Todo el proceso se realiza de un modo vertiginoso y el artista
obra movido por reflejos instantáneos (se ha logrado el automatismo psíquico puro)”, en “Otro Arte en
Madrid. Conferencia de Antonio Saura en la Sala Negra de Recoletos. Una película parecida a una gran
película”, en La Estafeta Literaria, 96, Madrid, 18 de mayo de 1957. Carmen Deben aportó más información
en su artículo “En la Escuela de Arquitectura, El Paso”, Pueblo, Madrid, marzo de 1958: “El protagonista,
Antonio Saura, sus lienzos y sus pinceles. El realizador y cámara, su hermano Carlos Saura. Allí, en el
césped, bajo el sol, y entre macetas, extiende Saura el lienzo blanco y rebusca en los botes cromático:
¡rojo! El rojo, entonces, impresiona al espectador, le obsesiona. Embadurnada la mano del artista, va
prodigando este tono hasta buscar una uniformidad, un fondo. Luego, sobre este colorido estrepitoso,
va Saura prodigando los blancos, negros y amarillos. La mano, la espátula, busca febrilmente calidades
hasta que el cuadro queda concluido”. La información sobre el documental se publicó en Chus Tudelilla
(editora), El paso a la moderna intensidad, Toledo, Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, 2008.
10 Anna Maria Guasch, El arte del siglo xx en sus exposiciones. 1945-1995, Barcelona, Ediciones del Serbal, 1997.
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