siva del espacio arquitectónico como creación espiritual, sin obra de arte.
En mis conclusiones, en una etapa complementaria y final, se recupera la
obra de arte desde ese mismo espacio espiritual de la arquitectura –desde
el espacio interior, como Mueble espiritual e integración del arte con el
hombre– o desde el espacio urbanístico, como Aislador metafísico y servicio
privado para la sociedad, pero con un arte igual a cero (cero, como
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expresión formal)”.15
Mondrian, precursor de la abstracción, murió en Nueva York el 1 de febrero de
1944. Sabía que se moría y desde hacía tiempo notificó su creencia de que el elemento
destructivo se descuidaba mucho en el arte. Lo que motivó la progresiva
aniquilación de los elementos de su pintura. El 13 de diciembre de 1944 Kandinsky,
el “superpionero” de la abstracción, murió en París. Su libro De lo espiritual en
el arte y en la pintura en particular (1912) contiene un doble juicio, sobre la época cuya
profunda angustia percibía y sobre la realidad verdadera de las cosas.16 En 1944,
Dubuffet preguntó en París: “¿No se merecen la suciedad, la basura y la inmundicia
que acompañan al hombre durante toda su vida, serle más queridas, y no es
hacerle un buen servicio recordarle su belleza?”. Aquel año se inauguró en París
la galería Denise René para dar cobijo a un arte estable, el que más convenía a un
tiempo de posguerra necesitado de reconstrucción. Ante las obras de Fautrier en
la galería René Drouin (1945), el poeta Francis Ponge escribió: “Con Fautrier, la
‘belleza’ regresa”. Importante atender al entrecomillado. En 1945 Dubuffet acuñó
el término art brut, contrario a la sofisticación de la abstracción geométrica
y el refinamiento del surrealismo. Se trataba de investigar las posibilidades de
la materia con gestos espontáneos reveladores de una nueva expresión sin límites.
En 1946, el crítico Robert Coates aplicó el término expresionismo abstracto
a la pintura que se hacía en Nueva York. “Para nosotros el arte es una aventura
a un mundo desconocido, que sólo puede ser explorado por aquellos dispuestos
a arriesgarse”, es el primer punto de los cinco incluidos en la carta firmada por
Rothko y Gottlieb que el New York Times publicó el 13 de junio de 1943.17 “Es nuestra
función como artistas hacer que el espectador vea a nuestro modo, y no al suyo”,
era el tercer punto. Newman fue quien mejor comprendió el valor que Mondrian
concedió al elemento destructivo: “En 1940 algunos de nosotros despertamos
15 Carta reproducida en ibid.
16 Michel Henry, Ver lo invisible. Acerca de Kandinsky, Madrid, Siruela, 2008.
17 John Golding, Caminos a lo absoluto: Mondrian, Malévich, Kandinsky, Pollock, Newman, Rothko y Still, Madrid,
Turner, 2003.