considerar que era una herramienta de carácter subversivo a través de la cual se
retenía la frescura creativa del artista. Encontró, como Appel, Jorn y Lucebert, su
fuente de inspiración en lo primitivo, en el lenguaje infantil, en los fantasmas del
pasado y en los suyos propios, y con ello desarrolló una exaltación por la alteridad,
la deformación y por la orquestación de contenidos psíquicos, al modo en que lo
hizo el Art Brut, un tendencia con la Jean Dubuffet se enfrentó a las concepciones
rígidas y dictatoriales del lenguaje pictórico.
Saura se expresó a partir de 1955 en blanco y negro. Quería llegar a alcanzar la
máxima expresividad con lo más elemental. Se autolimitó con el objetivo de adquirir
rapidez e inmediatez en el gesto. El blanco y negro eran los símbolos de la luz y
la oscuridad con los que nos hablaría de la magia contenida en lo femenino, porque
el cuerpo de la mujer más que un tema esencial en su obra, fue una matriz a partir
de la cual desarrolló su discurso plástico:
“Se trata –explicó Saura– de activar una imagen obsesiva y ancestral sin que
ello suponga una regresión a estructuraciones clásicas, mediante el empleo
de un soporte emocional y físico no dependiente de un proceso intelectual de
síntesis…”5
Las mujeres fueron un pretexto para desplegar un arte que odiaba la mitología
de la belleza y utilizaba el lenguaje de lo grotesco para expresar al mismo tiempo
la hilaridad y la conmiseración. Otros pintores como Pablo Picasso o Willem de
Kooning habían trabajado sobre el tema de la mujer en términos distintos. Partieron
de la realidad para deformarla, mientras que Saura, por el contrario, construía
sus monstruos a través de elementos figurativos con el fin provocar reflexiones en
torno a la problemática del signo. Solía decir que un retrato era un reto, una meta
muy difícil de alcanzar, pues a través de él se debía captar la vida y el dinamismo
del ser humano. Las crucifixiones fueron otro de sus géneros. Con ellas pretendía
expresar su “situación de hombre solo en un amenazador universo ante el que existía
la posibilidad de un grito”6. Ante todo le interesaba plasmar el sentido iróni-
5 Saura, Antonio. “Damas”. Mason, Rainer Michael; Cohen, Marcel; Llorens, Tomàs; Saura, Antonio.
Antonio Saura: Pinturas, 1956-1985. Ginebra, Musée Rath, Musée d’Art et d’Histoire, 16 de junio - 17 de septiembre
de 1989; Valencia, IVAM Centre Julio González, 27 de septiembre - 26 de noviembre de 1989.
Madrid: Ministerio de Cultura, 1989, p. 15.
6 Extracto de Saura, Antonio. Notebook (memoria del tiempo). Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos
Técnicos, Librería Yerba, Murcia, 1992, que fue reproducido en Saura: retrats, crucifixions, dames, acumulacions.
Manel Mayoral, Barcelona: Galeria d’art. Consell de Cent, gener de 2006, p. 65.
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