V (La arena del templo), 1994, la escala de grises y, especialmente, el negro adquieren
un papel primordial. Este último color representará para él no solo un campo repleto
de posibilidades para configurar formas y colores sino también para hacer
presentes la ausencia y la carencia de elementos. En este momento, la dialéctica
entre espíritu y materia iniciarían un recorrido penetrante en su pintura y las
conclusiones a las que llegó tras la lectura de la obra de Wilhelm Worringer durante
su juventud tomarían forma, cuerpo y sentido específico.
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