“Queremos siempre que la imaginación sea la facultad de formar imágenes.
Y es más bien la facultad de deformar imágenes suministradas por la percepción
… Si una imagen presente no hace pensar en una imagen ausente, si
una imagen ocasional no determina una provisión de imágenes aberrantes,
una explosión de imágenes, no hay imaginación. Hay percepción, recuerdo
de una percepción, memoria familiar, hábito de los colores y las formas. El
vocablo fundamental que corresponde a la imaginación no es imagen, es
«imaginario».”2
Tanto Asger Jorn como Karel Appel, que conocieron las ideas bachelardianas a
través de uno de los integrantes de CoBrA, el poeta belga Christian Dotremont, desarrollaron
imágenes dicotómicas, en las que la lucha continua entre lo abstracto
y lo figurativo evocaba no solo a las formas desarrolladas por los pueblos primitivos
de sus países de origen, sino también a las procedentes del inconsciente colectivo,
los llamados arquetipos junguianos3. Su objetivo fue deformar la realidad utilizando
un lenguaje de carácter psíquico e infantil a fin de estimular la recepción de una
imaginaría poética. Así con el uso de colores estridentes en sus creaciones nos remitían
a movimientos como el expresionismo alemán o el fauvismo francés, mientas
que con el tratamiento de la materia y la utilización de trazados laberínticos nos
introducían en el contexto de las prácticas del informalismo europeo. Lucebert,
otro de los artistas del grupo CoBrA, saltó a la fama por su poesía de corte radical
y, a partir de los años cincuenta, desarrolló un corpus artístico en el que el dibujo
alcanzó un gran protagonismo. Utilzando blocs de papelería, no específicos para
dibujar, realizaba decenas de bocetos diarios tomando como fuente de inspiración
una idea casual arrancada de la realidad o, incluso, de una vulgar mancha de tinta.
Su gran amigo Antonio Saura diría de él que con su “fanal tembloroso” alumbraría
“la definitiva huida de las prisiones, la inmensa fiesta de la libertad y la parada
monstruosa de la vida”4.
Antonio Saura, quien vivió en París entre 1951 y 1955, guardó en momentos iniciales
relación con André Breton y los surrealistas para después rechazar de lleno su
actitud nihilista ceñida, por aquel entonces, en convertir lo insólito en cotidiano.
Por el contrario, Saura eligió acogerse a la práctica del automatismo psíquico por
2 Bachelard, Gaton. El aire y los sueños. México: Fondo de Cultura Económica, 1958, p. 9.
3 Kurczynski, Karen. The Art and Politics of Asger Jorn: The Avant-Garde Won’t Give Up. Ashgate Publishing, Ltd.,
2014, p. 114.
4 Saura, Antonio. “Luz Verde”. Petersen, Ad (com). Lucebert. La tiranía de la libertad: dibujos, poemas, pinturas.
IVAM Centre Julio González, 4 octubre - 5 diciembre, 2000. Valencia: IVAM, 2000, p. 41.
155