Para entender qué pasa y cómo se desarrolla la abstracción en los años noventa
resulta clave entender que su árbol genealógico tiene muchas ramificaciones.
Hay que pensar por qué en autores como Van Gogh o Munch la profundidad solo
puede darse de un modo vertiginoso. También en la importancia que Matisse y ese
“dibujar con tijeras” tendrá en muchos artistas actuales como Gary Hume, Beatriz
Milhaces o Philip Taaffe. Por supuesto, en cómo Picasso romperá con las leyes de
la perspectiva renacentista al violentar el cuadro a partir de exprimir la geometría.
Georges Braque y Picasso entienden el cuadro como un montaje, una especie de
bricolaje capaz de colocar un enrejado de caña o unos papeles de periódico sin pintar
para tornar la pintura construcción. Sus fórmulas serán importantes para el
desarrollo de la abstracción en el siglo xx, pero el cubismo permanecerá anclado a la
realidad y fiel al mundo objetivo y a la figuración. Más tarde, Léger reducirá todo
a tubos, acercándose a la abstracción, al tiempo que el “cubismo dinámico” de los
futuristas alargará las pinceladas hasta extremos insospechados.
Es, por tanto, que la llegada a la abstracción no resulta programada sino que es
consecuencia de una lucha paulatina por la autonomía del arte respecto a su realidad
exterior. Pienso en cómo Kandinsky buscaba el efecto físico del color, como un
sonido, y se encuentra con el hacer abstracto, y lo asume como natural, a modo de
resonancia del retroceso de la forma orgánica en el cuadro. A Kandinsky –que reconocerá
su inspiración primera en Monet–, se le otorga el honor de pintar la primera
gran acuarela abstracta en 1910, aunque realmente todo responde a un espíritu
de época, ya que un año antes Picabia realizaba su obra Caoutchouc –una rareza en
su trayectoria–, y de un año después son los dos Amorpha de Kupka. Años antes ya
trabajaba en esos temas el lituano Ciurlionis, muchas veces olvidado o catalogado
muy reduccionistamente como simbolista. Pero si algo une a estos artistas que
abren las puertas del arte abstracto es la música. Si Ciurlionis es al mismo tiempo
pintor y compositor, Kandisnky se apoyará en Wagner, Debussy o Mozart, mientras
Kupka defenderá la influencia del sonido en la impresión óptica.
También el futurismo italiano se acercará a la abstracción con la pintura de Balla,
las descomposiciones de luz de Severini o la escultura de Boccioni. Así se llega
a la musicalidad de Paul Klee, al orfismo de Robert Delaunay o al rayonismo de
Larionov. Ajeno a otras tendencias del momento, Constantin Brancusi reducirá al
máximo las formas llegando a la abstracción en algunas de sus esculturas. Los contrarrelieves
de Tatlin suspendidos sobre la pared, anuncian las propuestas de pin
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