nos aproximan al mundo de la abstracción. Turner burla el claroscuro como elemento
vital para la construcción del cuadro. También Constable intentará atrapar
las nubes con imágenes, buscando representar lo efímero, o la pintura intelectual
de Caspar David Friedrich, que provocará las quejas de un público que decía que no
podía ver nada. Friedrich hará desaparecer la profundidad, eliminando el punto de
fuga y haciendo que como en las pinturas orientales el espacio se extienda lateral
y superficialmente. Pero, efectivamente, es Turner quien casi llega a la imagen
abstracta al utilizar una técnica abocetada a base de manchas de color, maneras
que inspirarán a Monet, pero también a pintores contemporáneos como Gerhard
Richter o Luc Tuymans. Desde entonces, el parecido con la realidad ya no será el
único criterio válido para analizar el arte.
Porque si algo interesa a la pintura moderna es evidenciarse como pintura. El
cuadro se ofrece como superficie y el espectador ya no puede mirar hacia lo representado
porque ahora lo que se ve es una tela manchada. Desde el impresionismo
se remarca y se trata de no ocultar el carácter de pintura, de ahí que en muchas ocasiones
usasen el color tal y cómo sale del tubo. Porque el color ya no verá necesario
“imitar” lo real sino que puede mostrar su artificialidad. El impresionismo está a
medio camino entre la imagen y la pintura. Si Monet abandona el recurso del dibujo
para primar el color, Cézanne primará la materialidad de los pigmentos. Antes,
Manet había suprimido la unidad del relato y la profundidad espacial; había traído
el fondo hacia delante. Por otro lado, el pleinairisme elimina academicismos como
el prepintado. El fin será, cada vez más, llegar a la pintura, y para ello cobra una
importancia radical la sensación visual.
La pintura se torna fluida y el objeto no sobrevive aislado sino que flota en una
atmósfera que otorga la unidad al cuadro. Los retratos inacabados de Cézanne son
un ejemplo muy claro. Sus “reservas” o partes vacías que dejan entrever el blanco
del lienzo, harán que en ningún caso su pincelada semeje definitiva. No extraña
que al final de su vida reconociese que las sensaciones de color que da la luz son
para él causa de abstracciones que no le permiten cubrir la tela ni perseguir la delimitación
de los objetos, derivando en una dificultad para materializar el cuadro
definitivamente. Por eso muchas veces abandonará sus cuadros sin concluirlos.
En este sentido, no resulta difícil conectar estas abstracciones con los cuadros más
recientes de Günther Förg, construidos a partir de salpicados de manchas de óleos
y tachones que revelan su obsesión por perseguir la pintura.
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