Demetrio Paparoni diría que “la abstracción finisecular a diferencia de
la postbélica –desde el expresionismo abstracto al minimalismo– no pretenderá
revindicar un estilo ni afirmar una tendencia en contraposición
a otra. Su objetivo será servir de instrumento dialéctico entre formas y
teorías diversas”1. Esta afirmación partiría, lógicamente, de los conceptos
posmodernos de la hibridación de géneros, del eclecticismo, de la
mixtificación, del nomadismo e incluso de la revisitación de los diferentes
estilos del pasado que con tanta vehemencia se instalaron en las
prácticas artísticas de las dos últimas décadas del siglo xx. Por ese motivo,
resultaba imposible clasificar las distintas experimentaciones que
llevaban a cabo los artistas porque autogestionaban sus lenguajes y su
producción en total independencia y autonomía respecto a modas, estilos
o normativas. Así podremos hablar del expresionismo arqueológico
de Per Kirkeby y Albert Oehlen, de las referencias tecnológicas que salpican
las obras de Terry Winters o Ross Bleckner, de las críticas de espíritu
duchampianas de René Daniëls, de cómo Juan Uslé revisita la obra de
Miró o de la hibridación de géneros practicada por Elisabeth Murray.
Albert Oehlen se formó en la Escuela de Arte de Hamburgo con Sigmar
Polke, quien junto a Georg Baselitz, Anselm Kiefer, Markus Lüpertz
1 Paparoni, Demetrio. “La abstracción redefinida”. Noves abstraccions. Museo Nacional Centro
de Arte Reina Sofía, Palacio de Velázquez, Parque del Retiro, 25 d’abril-23 de juny del
1996; Museu d’Art Contemporani de Barcelona, 10 d’octubre-30 de novembre del 1996. Madrid:
MNCARS; Barcelona: Museu d’Art Contemporani, D.L.1996, p. 24.
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