infinito–, asumiendo presupuestos pictóricos e incorporando objetos de mobiliario y
dando paso a la instalación, fórmula que se impondrá en los años noventa.
Artistas como Susana Solano, con una obra que aúna como pocas lo visual y lo
táctil, Cristina Iglesias o Nacho Criado, pueden ser calificados de posminimalistas.
También los nuevos escultores vascos –que son quienes seguramente mejor escenifican
el cambio de década y actitud–, como Txomin Badiola, Ángel Bados, Pello Irazu
y más tarde el colectivo CVA, integrado por María Luis Fernández y Juan Luis Moraza.
Todos ellos incorporan al espectador como parte clave en el funcionamiento de
la obra. Si en el caso de Cristina Iglesias el espectador se introduce en el interior de
la escultura, con Badiola experimenta una fisura perceptiva consecuencia de la deconstrucción
del lenguaje escultórico. En cierto modo, podríamos decir que se pierdel
aura de lo escultórico para abrazar lo cotidiano –Pepe Espaliú–, lo escenográfico
–Jordi Colomer– o lo experiencial del espacio como representación –Antoni Abad, Pep
Agut, Francisco Ruiz de Infante–, en línea con la teatralidad que desde la figuración
proponía el que será uno de los más importantes de nuestros escultores: Juan Muñoz.
Si atendemos, por ejemplo, a las exposiciones del momento, muchos detalles ayudan
a definir el pulso de los noventa. Mientras artistas anteriores como Carlos León
exponían cuadros monumentales en la galería Gamarra Garrigues, o Jordi Teixidor su
pintura pura en la galería Elba Benítez, a comienzos de los noventa José Maldonado
trabajaba con el cuadro como ventana en la galería Juana Mordó, buscando el vacío y
la pintura como mirada. Alejandro Garmendia mostraba en Galería 16 de San Sebastián
nuevos recursos pictóricos a partir de cuadros monocromos con accidentes en la
superficie. Jesús María Cormán ocupaba con una obra contenida y silenciosa la galería
Vanguardia de Bilbao, con la carnalidad pictórica de sus perforaciones de taladro
o materiales como el metacrilato. Es el año en el que muere Carlos Alcolea, uno de los
más exigentes representantes de la figuración, pero también es cuando se selecciona
a Juan Uslé para participar en Documenta de Kassel, al tiempo que expone tras casi
una década sin hacerlo en Barcelona, en la galería Joan Prats. Antes, ya había comenzado
a ser representado por la galería Soledad Lorenzo, donde permanecerá hasta el
cierre de esta en 2012. Juan Uslé se convierte entonces en el pintor español joven de
mayor proyección internacional, con menos ruido que los pintores de los ochenta,
pero con una actitud más pausada, más estable. Su caso, aunque viene de atrás, sirve
de referencia para entender cómo una serie de artistas indagan en una forma de
acercarse a la abstracción que parte de lo específico de lo pictórico, en muchos casos
adoptando la propia historia de la pintura como modelo y el desarrollo de procedi
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