sino la velocidad de ejecución del proceso que permite acompañar al pensamiento y
como se puede sentir literalmente ‘dentro’ de la pintura, lo que se convierte en acontecimiento.
Pollock descentra la pintura, o mejor, la unifica de modo que todas las
zonas del cuadro tengan la misma fuerza e importancia en una suerte de disolución
pictórica. Poco a poco la superficie solapa a la forma, la profundidad espacial se matiza
y suaviza. Pensemos en Clyfford Still, en Mark Rothko o en la entrega directa de
la pintura sobre la tela de Morris Louis, donde la pintura empapa el lienzo. No cabe
duda que cada vez es más difícil mantener la pintura dentro del cuadro, es la crisis
de la pintura como objeto. Del objeto reducido a lo mínimo –Minimal Art– pasamos a
su completa eliminación, al arte como idea. Sol Lewitt señala cómo en el arte conceptual
la idea o concepto es el aspecto más importante de la obra; todos los planos y
decisiones son tomados de antemano y la ejecución es apenas un hacer.
Con estas herencias, cierto es que la pintura abstracta en la última década del
siglo xx se encontró en una encrucijada y seguramente es por su auto-referencialidad
que desapareció de las prácticas artísticas de los últimos años. En todo caso, existieron,
y muchos, ejemplos afortunados que continúan avanzando en su investigación
y desarrollo. De entre ellos hay quien como Bernard Frize goza de una metodología
previa a la realización de sus obras que, sin embargo, busca dejar trabajar
a la pintura. Su interés por investigar sus condiciones y el proceso de pintar le
lleva a controlar muy directamente su relación con el soporte, realizando muchos
movimientos de muñeca de gran sencillez que derivan en un universo de colores
diluidos al extender la pintura. El resultado es de un tipo de pintura de superficie,
fría y de apariencia inacabada, donde el pigmento camina por la superficie hasta
un punto en que nos hace deslocalizar el origen de los gestos, con viscosas bandas
trenzadas que nos transportan al origen mismo de la pintura. Otro ejemplo sería
el de Günther Förg, que trabaja indistintamente en medios como la pintura, la
escultura o la fotografía de formato monumental. Sus planos de color monocromo
recrean con extraordinaria sutileza los campos de color de artistas estadounidenses
como Barnett Newman. Otros ejemplos que han sabido trabajar la abstracción en
los noventa son Thomas Scheibitz, Otto Zizko o Ian Davenport.
Pero si algo define a los últimos años del siglo xx en relación con la pintura, es
la intención de diseminarla. Aunque realmente no hay nada más antiguo que la
pintura expandida. Seguramente, entendida con otro nombre y otro sentido pero,
ciertamente, esta aseveración cobra sentido si atendemos a que hasta el siglo xiii la
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