En 1957 los artistas fundacionales de El Paso rondaban los treinta años.
Algunos de ellos habían vivido la tragedia de la Guerra Civil española
siendo niños o adolescentes y habían pasado por París, donde conocieron
de primera mano las nuevas tendencias artísticas norteamericanas
y europeas, el expresionismo abstracto y el art informel. Al mismo
tiempo, tenían en mente la situación política de España que, todavía
bajo un régimen dictatorial, constituía un reducto conservador estratégicamente
bien situado frente a los regímenes izquierdistas del este
de Europa. Sea como fuere las fronteras españolas se abrieron y el marketing
oficialista en pro de la divulgación de la modernidad encontró
en El Paso un filón de oro. Los componentes del grupo, según Eugenio
Carmona, quisieron “sustraer determinados elementos de la herencia
cultural española de la alineación a la que la retórica del régimen los
sometía”1. El siglo de oro había sido sacralizado por la ideología franquista
y El Paso tendió un puente de comunicación hacia esa época,
si bien lo hizo para combatir la imagen represiva del poder político y
religioso del imperio español durante la Contrarreforma. Asimismo,
algunos autores establecieron una relación entre El Paso e intelectuales
como Goya y Quevedo, resaltando del primero sus pinturas negras,
como gestos de protesta estilísticos y de angustia existencial por los
1 Carmona, Eugenio. “Identidad como modernidad. Nuevo encuentro con el grupo El
Paso”. Oropesa, Marisa; Castro Flórez, Fernando; Carmona; Eugenio. El Paso: poética e informalismo.
Pontevedra: Fundación Caixanova, 2007, p. 24.
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