del informalismo y la abstracción con el objetivo de asociar identidad, estilo y cultura,
emborronando las capas históricas “conflictivas” que pudieran haber en ellas,
o directamente haciéndolas desaparecer. En el País Vasco, el “estilo Chillida” y, en
menor medida, el “estilo Oteiza”, pasaron a convertirse en los principales referentes
gráficos de logos y marcas de organismos públicos, siendo muchas de las piezas
de estos artistas los protagonistas de parques, edificios oficiales y logos bancarios o
comerciales. En Cataluña, se “nacionalizarán” oficialmente las figuras de Tàpies y
Miró. “la Caixa” de Pensions contó con Miró para renovar su logotipo corporativo y
otras instituciones financieras siguieron el mismo camino y adaptaron sus diseños
gráficos para transmitir la “mediterraneidad, espontaneidad y modernidad” que
percibían en la obra del creador mallorquín. A este proceso se sumaron también
numerosas empresas de carácter estatal, como compañías ferroviarias, agencias
públicas o compañías aéreas. En 1983, el Gobierno español presentó el nuevo logotipo
de la agencia oficial española para la promoción turística, Turespaña, encargado
a Miró. En el informe gubernamental sobre el potencial comunicativo del logo se
manifestaba:
“Esta imagen totalmente renovada favorecerá la comunicación de nuestra
campaña … No tratamos de atraer al turista solamente por el clima y el sol,
sino a través del arte, la historia, la gastronomía y los sitios únicos. Damos
a toda la comunicación un tono desenfadado, con ciertos toques de humor y
con lenguaje internacional … El negro y el rojo. La piel y la sangre de toro.
El verde y el amarillo. Los colores de España de Norte a Sur. Pradera y sol. Y
también fiesta. Eso es lo que sugiere el símbolo de España que Joan Miró nos
deja como legado. Es el sol. Y es España”.1
La figura de Tàpies también se convirtió en leitmotiv visual de la oficialidad catalana.
En 1989, el Gobierno catalán decidió modernizar su principal sala de reuniones,
en el Palacio de la Generalitat, que hasta hacía poco estaba decorada con obras
del pintor Anglada-Camarasa. Como primera opción, el gobierno invitó a Dalí –una
apuesta que revela el inicial titubeo nacionalista catalán a la hora de andamiar una
genealogía visual–, pero no cuajó. Tàpies, por el contrario, aceptó. El resultado final
fue Les quatre cròniques, una gran pieza mixta sobre madera que, de forma alegórica,
ilustra a las cuatro principales crónicas medievales catalanas, escritas por
figuras clave tanto en el terreno literario como en el relato de la expansión militar,
1 Quaggio, Giulia (2012). “Recomponer el canon estorbado. Pío Cabanillas y la política cultural de UCD”;
en Corbeira, Darío (ed.). Arte y transición. Madrid: Brumaria, pp. 208-209.
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