8
accidentada, la proyección y la influencia del Equipo Cró-nica
no hizo más que aumentar. Solo hay que recordar las
grandes series de entonces: A modo de parábola, Crónica de
la transición o Lo público y lo privado.
Un compromiso político
Desde su comienzo, la práctica pictórica de Manolo Val-dés
y Rafael Solbes se plantea ir más allá del informalismo,
cromático o no, hacer uso de la figuración y meter el dedo
en el ojo del imaginario pop y tecnocrático, castizo y con-formista,
de la época. Una época marcada por los esfuer-zos
del régimen para sobrevivir y por la represión, y, a nivel
internacional, por las fechorías del imperialismo america-no
en Vietnam y en otros escenarios. Fue la década de la
protesta, y los jóvenes pintores rebeldes se sumaron, jun-to
con una legión de artistas, intelectuales, estudiantes y
profesionales, bajo la divisa nulla aesthetica sine ethica. Que
ellos cambiaron con una revolución estética que rezuma-ba
un compromiso ético profundo, de solidaridad con los
oprimidos y los perseguidos, que tendría, a continuación,
una traducción de compromiso político.
El Partido Comunista era una organización numerosa y muy
activa a mediados de la década de los setenta. A pesar de
las reiteradas caídas y golpes policiales, incluyendo una muy
dura en ese mismo 1968, con torturas escalofriantes y con-denas
en prisión, el partido se reavivaba y tomaba la inicia-tiva.
Protagonista y vanguardia en el movimiento obrero y
vecinal, con una dirección política inspirada –la época más
creativa de Santiago Carrillo– que proponía el Pacto por la
Libertad y la Alianza de las fuerzas del trabajo y de la cul-tura,
que condenó la intervención de la Unión Soviética en
Checoslovaquia en 1968, que aceptaba a los cristianos en el
partido, que se hacía cargo de la lógica y la fuerza del femi-nismo,
que asumía el hecho nacional en el País Valenciano y
la problemática de una lengua y una cultura oprimidas, que
se afanaba por unir la oposición en varios organismos, em-pezando
por las cenas políticas y continuando por la Mesa
o la Junta Democrática..., el PCE catalizaba la oposición. Era
creativo y muy nutrido cuantitativamente, tenía una fuerte
implantación social. No se había tomado vacaciones durante
la dictadura, sino que estuvo siempre al pie del cañón, equi-vocándose
o acertando. A finales de 1976 la organización
valenciana articuló las secciones provinciales y se convirtió
en un partido autónomo de ámbito valenciano, el PCPV. Sol-bes
estaba allí. Estuvo presente como militante y miembro
de los organismos de dirección del PCPV hasta el año 1980,
cuando los desacuerdos y los conflictos internos derivaron
en una crisis de gran alcance y en la dimisión y posterior sa-lida
del partido de todo un grupo –conocido como “renova-dor”
o “nacionalista”– alrededor de Doro Balaguer. Entre los
Amnistía, Fundació Miró, Barcelona, 1976
Litografía sobre papel, 69 x 45,5 cm
eficaz, con una motivación combativa y de intervención,
a una pintura llena de referencias estéticas de una riqueza
excepcional, pero siempre con el temple del compromiso
político, de la dimensión colectiva, no exenta, sin embar-go,
de la reflexión más personal sobre varios aspectos de
la condición humana individual. La ironía y el diálogo con
obras clásicas y con las vanguardias, después de la época
más pop, fue una constante. La crítica y el sarcasmo sobre
las retóricas de un nacionalismo español castizo y racial, del
todo extemporáneo ya en los años sesenta, con el telón de
fondo de las intrusiones de la modernidad y de la realidad
social, fueron también una constante. El Equipo Crónica fue
la conciencia estética de una generación. O de más de una.
Su obra generaba identificación y se proyectaba en ex-posiciones,
individuales o colectivas, pero también en
carteles, publicaciones clandestinas, cubiertas de revistas,
en todo tipo de soporte. Sus imágenes rompedoras y sub-versivas
acompañaron, a modo de banda sonora, pero en
este caso como orla gráfica, la lucha incansable de mucha
gente –en las universidades y en las calles, en las fábricas,
en los barrios– contra un régimen que agonizaba pero que
no acababa nunca de morir. Después, en la transición, tan