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El Equipo Crónica y el contexto político
de los años setenta
(del franquismo a la transición)
Gustau Muñoz
En la contraportada del número 5 de la revista Trellat –una
publicación, como rezaba el subtítulo, de “crítica cultu-ral
i política”–, que corresponde a la primavera de 1982,
se anunciaba la aparición de un número extraordinario y
monográfico dedicado al Equipo Crónica. La muerte re-pentina
de Rafael Solbes en noviembre de 1981, que tanto
nos golpeó, era sin duda el origen de la idea y el proyecto.
Solbes había sido una persona muy próxima a la revista,
formaba parte de ella y había compartido los avatares, li-gados
a un compromiso político firme, que habían llevado
a la creación de esta publicación teórica y política por un
grupo de personas alrededor de Doro Balaguer. Un grupo
que había compartido militancia en el Partido Comunista
del País Valenciano y que vivió intensamente el auge y la
crisis de este partido en los años esperanzados y apasio-nantes
del fin del franquismo y de la transición. Entre 1975
y 1980, por poner fechas.
Todo el mundo era consciente de que la muerte de Solbes
implicaba la desaparición del Equipo Crónica como tal. La
nota de presentación del proyecto del monográfico deja-ba
constancia de esta convicción. Sabíamos que la expe-riencia
del Equipo acababa con la desaparición de uno de
sus dos miembros, y que Manolo Valdés tendría que re-plantearse
su trabajo, su obra. Lo hizo de manera modélica,
como es bien sabido. Con la dosis oportuna de continui-dad
y de originalidad, de camino propio y personal, dife-renciado,
y de asunción del pasado compartido sin traicio-narlo.
Practicó una especie de Aufhebung, por nombrarlo
con este término de Hegel, que ha marcado su trayectoria
posterior con un sello tan inconfundible y exitoso.
Hacia 1982, así pues, ya se podía contemplar con una cierta
perspectiva histórica la experiencia del Equipo Crónica. La
revista apuntaba una idea muy arraigada: “Por la duración
y la coherencia interna de su obra, el Equipo Crónica repre-senta
un fenómeno único en el panorama cultural penin-sular”.
A partir de esta convicción, proponía un monográ-fico
con una doble intención: contribuir a la comprensión
más ajustada de la obra de Solbes y Valdés, más allá de la
dimensión polémica, y ofrecer el homenaje más adecuado
“al artista, el amigo y el compañero desaparecido”.
El esquema y el sumario del número estaban muy estruc-turados
y se presentaban en la misma contraportada. Tenía
que constar de cinco secciones: dos textos de Rafael Solbes,
“Equipo Crónica: el proyecto”, “La trayectoria del Equipo Cró-nica.
Comentarios retrospectivos”, “Cuatro pintores escriben
sobre la pintura del Equipo Crónica” y “Datos para la historia
del Equipo Crónica”. El editorial se titularía “Rafael Solbes en
la cultura y la política del País”. Y la maquetación y la selec-ción
de imágenes iría a cargo de Rafael Ramírez Blanco. Los
autores previstos eran: Tomàs Llorens, Valeriano Bozal, Joan
Fuster, Josep Maria Castellet, J. F. Yvars, Manuel Vázquez Mon-talbán,
Gilles Aillaud, Alberto Corazón, Antonio Saura, Joan
Antoni Toledo, el propio Equipo (del cual se incluirían algu-nos
textos) y Caroline Kesser. Tenía, como se puede ver, una
inspiración claramente documental y, a la vez, de análisis e
interpretación de una trayectoria artística que había causado
un fuerte impacto, dentro y fuera del País Valenciano, en el
Estado español y mucho más allá. El número extraordinario
tenía que aparecer ese mismo año, 1982. Pero no fue así.
No se publicó nunca, a pesar de que ya había textos entre-gados
y se habían traducido algunos de los artículos pro-gramados.
Puesto que en aquel tiempo yo mismo me en-cargaba
de coordinar Trellat, he conservado, junto con otros
papeles de la revista, una carpeta –bastante repleta– con los
materiales disponibles de ese número, no de todos, porque
algunos, pedidos, quedaron pendientes. Realmente habría
estado muy bien, habría sido una buena aportación haber
publicado aquel número de la revista. Pero es bastante evi-dente
que la ambición del cometido excedía las posibilida-des
de una publicación voluntarista, que solo pudo sacar a
la luz una entrega más, ya en otoño de 1983, que suponía
la despedida entre las dificultades económicas y el cambio
de coyuntura. Todo pasaba muy rápidamente entonces. La
revista había nacido en 1980, en medio de los debates y la
crisis que sacudían al PCPV. Rafael Solbes fue miembro desde
el comienzo, igual que Joan Antoni Toledo. Incluso –figuraba
en los créditos– Josep Renau, de vuelta provisionalmente del
exilio, si bien era una presencia más bien simbólica debida a
la estrecha amistad del artista con el inspirador de la publi-cación,
Doro Balaguer. A pesar de que se publicó un texto
original de Renau, así como algún artículo sobre su obra. El