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En el País Valenciano, por otro lado, se había puesto en
funcionamiento la autonomía en el marco de un estatuto
limitado e insatisfactorio. Se abandonó la vía del artícu-lo
151 de la Constitución y la autonomía de máximos, se
asumieron los símbolos del regionalismo y se prescindió
del nombre histórico y motivador de País Valenciano. Las
altas expectativas del principio de la transición se habían
ido diluyendo. Con la participación activa de una izquierda
sucursalista que recibía órdenes de Madrid y que se doble-gó
al imperativo de “reconducir” y “racionalizar” el proceso
autonómico. Una parte del grupo promotor de la revista
inició, entonces, una nueva aventura política entorno a la
Unitat del Poble Valencià, una organización valencianista y
de izquierdas que atravesó varias fases a lo largo de su tra-yectoria
y que fue el germen del actual Compromís. Pero
esto es ya otra historia.
Los años setenta
En el primer número de Trellat se publicó un intercambio
significativo –a manera de intercambio epistolar– entre Ra-fael
Solbes y Joan A. Toledo con el título “Lletres de pintors”.
Solbes explicaba una visita a la exposición del MoMA pre-sentada
en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid y
expresaba sus reservas ante una muestra que no permitía
“una lectura histórica mínimamente rigurosa” del expresio-nismo
abstracto norteamericano, sus antecedentes y su irra-diación.
E iba más allá, cuestionaba aspectos de la situación
“en el ámbito de las artes plásticas”, el universalismo de los
lenguajes artísticos desligados de su contexto histórico, el
tono insolente o profético tipo Marinetti y el futurismo que
detectaba, y el redescubrimiento de las vanguardias histó-ricas
europeas en función de las lecturas que habían he-cho
los americanos. Solbes era contundente: “mimetismos
provincianos, simplificaciones reduccionistas, sumisión y
complicidad acríticas...”. Abogaba, en cualquier caso, por una
comprensión histórica y por un verdadero “intercambio dia-léctico
de las ideas” en el campo del arte, por la asunción
del pluralismo cultural y para posibilitar “el diálogo, la con-frontación,
el debate ... entre las diversas opciones ... una
tarea necesaria y urgente”. Denunciaba la sujeción ideológi-ca
en un centro imperial y la comparaba con el dominio de
las multinacionales en el capitalismo avanzado. Manifestaba
su preocupación por las culturas marginadas y periféricas y
expresaba la propuesta de ligarlas a un universalismo con-creto,
es decir, huir del mimetismo y la imitación, pero tam-bién
de la limitación localista. Un gran tema de debate en
aquella época. Al final de la carta –respondida en términos
favorables y con argumentos enriquecedores por su inter-locutor–
Solbes era muy claro en su planteamiento, que de
alguna manera se hacía eco de las posiciones enfrentadas
y de los conflictos vividos en el seno del PCPV, en los que
Cartel revista Cal-dir, 1977
Litografía sobre papel, 70 x 50 cm
diseño de la revista y la maquetación siempre fueron obra de
Rafael Ramírez Blanco. En 1983 finalizó la publicación. En el
editorial se añadía una nota que hablaba de abrir “un periodo
de reflexión” en torno al “sentido y la posibilidad de un es-fuerzo
como el que significa esa publicación”. Y ya se sabe lo
que implican los “periodos de reflexión” para una publicación
periódica que atraviesa dificultades evidentes... la revista dejó
de publicarse, y el grupo promotor se fue dispersando.
Se había producido el cambio, comenzaba una nueva épo-ca
marcada por el acceso del PSOE al Gobierno del Estado,
a raíz de las elecciones de 1982, y después del trance del
intento de golpe de estado del 23 de febrero de 1981. Se
abría una nueva página. El triunfo del PSOE implicó tam-bién
–como es bien sabido– la derrota del PCE. La crisis
de este partido –en el cual había militado Solbes y una
gran parte del equipo que hacía Trellat– resultó irreversible
y planteaba, así lo dejaba claro este último número de la
revista, la necesidad de una reflexión sobre el sentido y el
porvenir del socialismo. Una reflexión, esta, de fondo, que
implicaba también una reconsideración del marxismo. La
contraportada de este último número reproducía un co-nocido
retrato de Marx (me parece que reinterpretado con
trazo fino por Ramírez Blanco).