Història artificial: el cor i les tenebres

ExposiciónIVAM Centre Julio González

En 1989 se cumplieron 150 años del nacimiento oficial y público de la fotografía. Con motivo de esta efeméride, se realizaron numerosas exposiciones en museos internacionales de prestigio y, en las más significativas, la obra de Joan Fontcuberta (Barcelona, 1955) estaba presente. Su principal investigación —el análisis del medio fotográfico y su vinculación con la verdad— ha ido planteando cuestiones fundamentales sobre conceptos como evidencia, realidad, representación y ubicuidad. Las imágenes han devenido universales y globalizadas; han compuesto atlas de memoria y recreaciones de lo por venir; implican no solo al arte, sino a todas las materias creativas, científicas, sociales y políticas. Fontcuberta entendió este poder intrínseco de la fotografía desde bien pronto, seguramente debido a sus estudios de Ciencias de la Información en su ciudad natal. Desde entonces y hasta ahora, contemplar sus series fotográficas implica dudar de lo que se ve, renunciar incluso a lo que ya se sabe.

La muestra interpreta el título del libro de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas y propone una reflexión de la naturaleza de la fotografía tomando como pretexto la fotografía de Naturaleza. Este viaje de ida y vuelta sobre la condición de lo fotográfico se realiza a través de seis series producidas en los últimos diez años: desde Herbarium (1982) pasando por Fauna (seguramente su serie más conocida, presentada en el MoMa de Nueva York en 1988) hasta Doble cos, realizada en 1992, patrocinada por la Colección Ordóñez-Falcó de fotografía y que se muestra aquí por primera vez. Completan la exposición las series Frottogrames, Safari y Palimpsestos.

Pese a la gran importancia de Fontcuberta como artista visual, su peso específico en el ámbito fotográfico también incluye la investigación historiográfica, la crítica, la gestión cultural, el comisariado de exposiciones, la docencia o la edición. Con motivo de esta muestra, se ha editado una publicación que incluye las obras y las series expuestas, así como textos de Josep V. Monzó, Glòria Picazo, Manel Clot, José Miguel Cortés, Julia Gillemon, Andy Grundberg y Vilem Flusser.

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La obra de Juan Genovés (València, 1930 – Madrid, 2020) está ligada inseparablemente a su tiempo histórico y esta gran retrospectiva reúne una selección importante de piezas realizadas entre las décadas 1950 y 1980 que lo atestiguan. Desde muy pronto, la voluntad del artista intenta conjugar sus inquietudes principales: renovar la escena artística española del momento, por un lado, y situar la función del arte y el posicionamiento personal del artista en el centro del debate sociocultural, por otro. Formó parte de colectivos significativos en el panorama español de posguerra, como Los Siete (1949), Parpalló (1956) y Hondo (1960), en el que el artista se distancia del Informalismo y desarrolla una pintura figurativa de corte expresionista y actitud provocadora.

En los años sesenta su participación en movimientos antifranquistas coincide con una crisis pictórica que resuelve poco tiempo después, no obstante, cuando comienza a desarrollar sus dos temas principales: el «personaje solo» y la «multitud». Ambos se plantean como asuntos contrapuestos pero íntimamente vinculados. Para retratar la individualidad hace uso del collage, y emplea ropa real combinada con partes del cuerpo pintadas con realismo, en especial manos o caras; para representar la multitud, toma elementos derivados del lenguaje cinematográfico, como por ejemplo polípticos a modo de planos de secuencias, que resuelve con el uso de tintas planas. De la fusión de ambos estilos surgirá con fuerza el «realismo político» que define el trabajo de Genovés.

Si hay algo que marca su trabajo de este periodo es lo explícito de su pintura, lo directo que resulta su mensaje y la ausencia de dudas políticas que lo definen. De esta época son sus obras Contra la pared (1965), Uno, dos, siete, siete (1968), Los manifestantes (1975) o el renombrado El abrazo (1976). En la década de 1980, su interés se dirige hacia al paisaje urbano deshabitado, que retrata con colores grises, azules y ocres; este periodo está marcado por los denominados «espacios de la soledad». El empleo de las perspectivas, la crudeza de sus imágenes, la presencia del individuo frente al mundo y su destino… convierten su obra en una metafísica de la realidad. Acompaña la exposición una publicación que muestra las obras representadas y que incluye textos de Teresa Posada, Eduardo Subirats y Manuel Vicent.

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Esta es la primera y más amplia retrospectiva del artista Gordon Matta-Clark (Nueva York, EE. UU., 1943–1978) realizada en Europa y una oportunidad única para situar su trabajo poliédrico en un lugar destacado de la historia del arte. Muchos artistas posteriores tienen a Matta-Clark como un referente que supo aunar en su práctica la arquitectura, el cine, las acciones en el espacio público, la escultura, el dibujo y, en definitiva, una mirada transversal sobre la vida de las sociedades contemporáneas realizada a través del arte. La muestra recoge sus primeras producciones, como Foto–Fry (1969), Agar, Incendiary Wafers y Musem (1970) y una retrospectiva de sus filmes.

En el vestíbulo del edificio, frente a la sala 1, que es la que acoge la muestra, se ubica uno de sus característicos Bronx Floors (1972-1973), serie de suelos de edificios que se erigen como esculturas, pero que mantienen también adosada la memoria de los espacios originales. Las fotografías y los vídeos que registran sus acciones en lugares fabriles o en casas particulares en proceso de derribo o de abandono han quedado como ejemplos paradigmáticos del archivo artístico contemporáneo. El fotocollage Splitting (Partición, 1974), por ejemplo, que muestra una casa partida en dos, ha devenido una imagen icónica dentro de su producción y en el ámbito de las intervenciones públicas. Una pieza inédita, titulada El corredor, que es una adecuación al territorio de otras realizadas por el artista en los años setenta, se exhibía en la explanada del Centre Julio González. La publicación resultante, diseñada por Manel Granell y Paco Bascuñán, es un buen ejemplo de la renovación de los catálogos de arte del momento y reúne textos de Judith Russi Kirshner, Dan Graham, Marianne Brouwer, Eugenio Trías y Corinne Diserens, así como entrevistas a personas que le conocieron. Asimismo, incluye una serie exhaustiva de fichas de sus obras y fotogramas de las películas.

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La breve presencia de Pino Pascali (Bari, 1935 – Roma, 1968) en el arte es inversamente proporcional a su influencia. Se forma en Roma y trabaja como grafista publicitario, actor y decorador de teatro mientras contacta con el neo-dadaísmo italiano y el arte matérico de Alberto Burri. Pero es la influencia del neo-dadaísta Colla el que le proporciona otro tipo de materiales distintos al acero y la madera con los que empezó trabajando, los denominados materiales de desecho. Con estos comienza a elaborar una serie de esculturas «impropias» del arte occidental hasta entonces, que recrean la naturaleza por otros medios. En 1965 expone armas realizadas a partir de piezas de fontanería, electrodomésticos o de coches de desguace. El juego simbólico típico de la infancia plantea aquí nuevos horizontes formales y de concepto. A partir de ese mismo año se interesa por la perfomance como prolongación activa de sus obras y, en 1967 participa, junto a otros artistas como Pistoletto, Gilardi, Ceroli, Schifano y Bignardi, en la muestra iniciática del arte povera comisariada por Germano Celant, asimismo autor del concepto.

En sus últimos años se interesó por el equilibrio entre naturaleza y cultura que, como él decía, solo puede conseguirse a través del arte. Esta muestra presenta once obras realizadas en el corto periodo que transcurre entre 1967 y 1968 (cuando fallece tras sufrir un accidente en motocicleta) y en las que se observa con claridad una mirada que retoma elementos tradicionales (utensilios agrícolas, arcos, tableros, cortinas…) pero realizados con otros materiales. De esta manera, incorpora un tiempo de reflexión extra entre el objeto original y el construido. Un catálogo editado para la ocasión reproduce estas obras e incluye textos de la curadora de la exposición Antonella Soldaini, Anna Imponente (conservadora de la Galleria Nazionale d’Arte Moderna), Vittorio Rubiu y Germano Celant. Así mismo, se incluye una entrevista del artista con Favio sargentini.

El universo de Calder

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Si el arte moderno incluyó el juego dentro de sus funciones transformadoras, lo escultórico, en particular, se permitió salir de su vocación monumental y convertirse en pieza o en formar series de piezas. A partir de un cierto momento estas pudieron ser ligeras, frágiles, incluso efímeras. Pocos artistas entendieron estas cualidades tan pronto y lo llevaron hasta tan lejos como Alexander Calder (Lawton, Pensilvania, EE. UU., 1898 – New York, EE. UU., 1976). En parte porque se instala en París en 1926, sin duda una de las épocas más decisivas para el arte moderno en la ciudad más apasionante del momento. Allí coincide con Jean Arp, Marcel Duchamp, Fernand Léger, Theo Van Doesburg… pero, en especial, conoce a Joan Miró y Piet Mondrian, quienes potencian su vocación como artista de vanguardia. Hasta entonces, Calder era un magnífico maestro de ceremonias de actuaciones de su Circus, que empezó a desarrollar en 1925 en EE. UU., pero es a partir de 1930, tras una visita al estudio de Mondrian, donde comienza a emplear formas puramente abstractas y, un poco más tarde, a incluir el movimiento en sus esculturas.

La exposición presenta esculturas del artista realizadas entre 1926 y 1972, trabajos de joyería fechados entre 1935 y 1940 y obra sobre papel. Asimismo, se muestra el vídeo Le Grand Cirque Calder (1955) en el que el artista monta su Circus (que alcanza las setenta piezas) y lo representa. En este magnífico documento, realizado por Jean Painlevé, se destila la esencia del trabajo del artista: el juego como elemento simbólico, la referencia a cierta inocencia infantil perdida y la pasión por el arte. Se considera a Calder el primer artista estadounidense moderno antes de que la capitalidad del arte contemporáneo se trasladara de París a Nueva York tras la Segunda Guerra Mundial.

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Öyvind Fahlström (São Paulo, 1928 – Estocolmo, 1976) representa a un tipo de artistas que promovieron el cambio formal del arte del siglo XX empleando prácticas diversas, inclusivas y polifacéticas. Tras una influencia inicial del surrealismo, su interés por otros medios y tendencias le llevan hasta la poesía concreta, a través de la cual, en 1953, publica un manifiesto en favor del uso del lenguaje por encima del significado de las palabras. Teatro, cine o performance son medios que le sirven y ayudan a evolucionar estéticamente al tiempo que lo hacía anímica y socialmente. En 1961 se traslada a Nueva York gracias a una beca de estudios de la Fundación Suecia–EE. UU. y entra en contacto con los artistas Jasper Johns, Claes Oldenburg y Robert Rauschenberg, entre otros. A partir de este momento se implica más socialmente y en sus obras —cada vez más alejadas del formato cuadro y más marcadamente pop— se muestran aspectos críticos sobre algunos temas candentes de esa década, como la guerra de Vietnam, el supuesto secuestro de Henry Kissinguer o la importancia del Banco Mundial.

Esta amplia retrospectiva prioriza las obras basadas en cómics y las denominadas «pinturas y estructuras variables con elementos magnéticos» con las que Fahlström pretendió superar el concepto clásico de cuadro. Las piezas mostradas —como por ejemplo Red Seesaw [Balancín rojo, 1968-69] perteneciente a la Colección del IVAM— se plantean como escenografías críticas sobre el mundo capitalista, sobre la influencia de las grandes potencias en la evolución de la vida de las personas y sobre la dificultad de mantenerse lúcidos y ajenos. En esta época publicó el manifiesto Tened cuidado con el mundo, que es un alegato a favor de una sociedad utópica, despolitizada y pacífica que debía basarse en la satisfacción personal.

Se ha editado una exhaustiva publicación que incluye, además de las obras expuestas, textos de Erik van der Heeg, Sven-Olov Wallenstein, Lasse Söderberg, Federico Morais, del propio artista y de ambos comisarios.

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La agencia gráfica Foto Mayo se creó en mayo de 1934, en Madrid, en honor del día internacional de la clase trabajadora. La fundó el fotógrafo Francisco Souza Fernández (A Coruña, 1912 – México, 1949) junto con su hermano y asistente Julio Souza Fernández (A Coruña, 1917 – México, 2018). Al iniciarse la guerra civil española en 1936, se incorporan a la agencia Faustino del Castillo Cubillo (Madrid, 1913 – México, 1996) y Cándido Souza Fernández (A Coruña, 1922 – México, 1984). En estos años, colaboran en los periódicos Diario de Madrid, Informaciones, Mundo Obrero, Frente Rojo, Acero o Claridades, entre otros. Tras la contienda civil, se exilian en México Francisco, Cándido y Faustino, donde prosiguieron con su actividad foto periodística en los diarios El Popular y La Prensa. En 1947, Julio Souza llega a México y reorganiza la agencia. Se incorpora entonces Pablo del Castillo Cubillo y Foto Mayo pasa a denominarse Foto Hermanos Mayo, pues la integran ahora dos grupos de hermanos. A lo largo de cincuenta años, han colaborado con los principales periódicos mexicanos y, en 1976, se les fue otorgado el Premio Nacional de Periodismo del Gobierno de México.

Esta muestra presenta una selección de la ingente producción fotográfica de Foto Hermanos Mayo realizada en Madrid, Barcelona y Valencia hasta 1939 y en México y su capital desde 1939 hasta 1992. Se incluyen doscientas cincuenta fotografías que provienen del Archivo General de la Administración Civil del Estado (Alcalá de Henares), de la Biblioteca Nacional de España y del Archivo Hermanos Mayo de Ciudad de México. La exposición se divide en cinco grandes apartados cronológico-temáticos: 1/ Guerra civil española (1936–1939), donde se incluyen algunas imágenes hasta ahora perdidas de los primeros días de la guerra civil en Madrid, Barcelona y Valencia; 2/ Exilio (1939); 3/ Imagen de un país (México 1940–1958); 4/ Imágenes de una ciudad: México D. F. (1940–1992); y 5/ Retratos de una vida (1940–1958). Con motivo de la muestra, se ha editado un catálogo con reproducciones de las obras y textos de Alejandro Castellanos, Manuel García, Carlos Monsivais y John Mraz. Se incluyen también reflexiones de Julio Souza sobre fotografía, periodismo y reportaje gráfico.

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La obra de Richard Tuttle (Rahway, Nueva Jersey, EE. UU., 1942) emplea materiales populares y frágiles, como papel y tela, alambre o madera, para expresarse de manera sencilla, lejos de las ambiciones arquitectónicas del minimalismo, pero también del exceso de protagonismo del texto en el arte conceptual. Al generar piezas que reivindican sus formas, sus materiales, que emplean colores vivos y que no ansían alcanzar nada más allá de lo que se ve, evita la interpretación, los análisis simbólicos o la derivación de conceptos añadidos. Entre 1963 y 1964 realizó cubos de 7,5 cm construidos al plegar y ensamblar finas hojas de papel que manipulaba después, creando huecos y construyendo espacios. Del papel al contrachapado, a las telas y al uso del dibujo, como una doble profundidad de elementos matéricos en superficie, sus Dibujos de suelo (Floor Drawings) son ensamblajes de una cotidianidad no exenta de reivindicaciones celebrativas.

Esta muestra, que es la primera del artista estadounidense celebrada en Europa, presenta más de un centenar de obras realizadas entre 1964 y 1992 y ocupa varias salas en diferentes plantas del IVAM Centre Julio González. Destaca su diálogo con la exposición permanente del escultor Julio González y la sala donde se ubica una selección de dibujos que proceden de la colección de los Sres. Vogel, que apoyaron su trabajo desde sus inicios. Se completa la exposición con las Slat pieces y las piezas denominadas Esquinas. Se ha editado un catálogo en colaboración con el ICA de Amsterdam que incluye, entre otros materiales documentales, un texto de Susan Harris sobre sus Dibujos de suelo.

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Esta exposición de Antonio Tàpies (Barcelona, 1923 – 2012) se centra en analizar una característica fundamental de su obra, la importancia de los muros y los vanos en su dilatada producción artística. Pero también la presencia de puertas cerradas, entreabiertas, separadas de su marco, arañadas, y de «tapias» que entroncan con el apellido del pintor catalán y que marcaron un cambio de paradigma en su trayectoria. Los encuentros tienen siempre una cualidad sorpresiva, y en el caso de Tàpies la «aparición» de los muros surgió como una búsqueda interior, introvertida y personal. La superficie del lienzo se hizo impermeable, sólida, a cambio de devenir una pared cargada de signos, letras, cifras… elementos simbólicos propios de paredes afectadas por los graffiti y dispuestas al juego. El origen de esta fascinación por las proclamas sobre los muros proviene de la mirada adolescente del artista durante la guerra civil española.

Se reúnen ochenta obras realizadas en la segunda mitad de la década de 1950 y la primera de 1960, entre las que figuran asimismo tres pertenecientes a los años setenta, que completan la selección y mantienen activa la principal inquietud de Tàpies al menos hasta la fecha. Estas pinturas son las primeras en las que aparece el componente matérico como elemento formal, pero también como recurso conceptual, pues, para el artista, la búsqueda de sí mismo la realizó también a través de su apellido: «Recordé aquel dicho de que nuestro nombre, el nombre de pila que llevamos, nos influye mucho en el carácter». Se ha editado un catálogo que reúne, además de todas las obras expuestas, dos textos de Serge Guilbaut y del comisario Manuel Borja-Villel y una serie de entrevistas que este último, asimismo comisario de la muestra, ha mantenido con Tàpies entre los años 1985 y 1991.

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El IVAM nace en 1985 como Instituto de arte moderno y, en tanto que institución artífice de generar, consolidar y conservar una colección propia, también como museo. Ese mismo año inicia su colección con una importante donación y compra de obras del escultor Julio González, base misma del IVAM y motivo principal de que su sede de nueva planta porte su nombre. Desde ese momento, las adquisiciones realizadas se han vinculado con su programación expositiva, especialmente desde febrero de 1989, fecha de inauguración de las dos sedes actuales, el Centre Julio González y el Centre del Carme. Esta muestra actualiza y organiza las adquisiciones de acuerdo con unos bloques temáticos que, a la postre, también son los que estructuran la exposición.

El primer bloque, Inicio de la modernidad en Valencia, se centra en los artistas valencianos Ignacio Pinazo y Joaquín Sorolla, y en su renuncia al academicismo al convertir el espacio público en su estudio. El siguiente, Años 30. La experimentación abstracta, incluye a los artistas que se adscribieron a los principales grupos formados en el París de la década 1930 —Cercle et Carré, Art Concret y Abstraction-Creation— y que propugnaban la experimentación abstracta como práctica creativa. El Fotomontaje otorga a esta técnica la importancia capital de una edición visual que ha marcado el arte posterior, con obras de Grosz, Heartfield, Renau o Lekuona, entre otros. El siguiente bloque Informalismo europeo y Expresionismo Abstracto recoge la obra de autores europeos y norteamericanos que, tras la Segunda Guerra Mundial, optaron por la abstracción como lenguaje para expresar la dureza de una contienda inédita hasta ese momento. Esta sección define, asimismo, las diferencias importantes de criterio existentes entre los diferentes movimientos y sus contextos propios. En esa línea situada se justifican los dos bloques siguientes: Grupo Parpalló. La renovación plástica valenciana y Tendencias postconstructivistas en España, que incluye obras de Alfaro, Equipo 57, Palazuelo, Sempere o Yturralde. Los dos siguientes guardan una cierta relación de continuidad entre sí: Aspectos del Pop se centra en el movimiento surgido y desarrollado en Estados Unidos y Gran Bretaña; y El asalto al realismo analiza las tendencias pop europeas, con especial atención al ámbito español caracterizado por Equipo Crónica, Equipo Realidad, Anzo, Armengol, Heras o Genovés, entre otros. La selección se completa con un bloque temporal 1970–1991 que recoge las renovaciones vanguardistas que incluyen la performance, la fotografía como medio artístico o la nueva escultura; y, a modo de colofón, con una Selección de las colecciones fotográficas del IVAM que, sin duda, representan una base fundamental de la colección del IVAM.

Actuación del alumnado del Centre de Perfeccionament del Palau de les Arts

MúsicaIVAM Centre Julio González

El IVAM y el Centre de Perfeccionament del Palau de les Arts Reina Sofía continúan, en esta temporada 2023-2024, con el ejercicio de corresponsabilidad interinstitucional iniciado en 2015, colaborando para acercar las diferentes artes y mostrar la vinculación existente entre ellas, aptas para todos los públicos.

Así, con el objetivo de dar difusión a la creación artística y hacerla más accesible, han creado un programa de conciertos con el que consiguen integrar las programaciones propias. Contextualizando, a través de las piezas musicales que se interpretan en las actuaciones, las diferentes propuestas expositivas que se presentan en el IVAM.

Con esta colaboración, ambas instituciones reivindican la necesidad de trabajar en una cultura abierta, poliédrica y plural, así como la importancia de la cultura en el desarrollo de las sociedades contemporáneas.

Literatura entremedias de la exposición popular. Con Álvaro de los Ángeles

Grupo de lecturaIVAM Centre Julio González

Esta novela exenta de diálogos cuenta desde la primera persona de Xuela Claudette, la vida dura y cruel, sin ningún tipo de sentimentalismo o nostalgia, de la protagonista en un ambiente asfixiante que, sin embargo, aceptamos como algo natural; como si el mundo y la vida no pudieran ser de otra manera. Xuela Claudette Richardson bien podría ser Xuela Claudette Desvarieux, que es el nombre de la madre de la protagonista y que desconocemos hasta la página 78 del libro. Por lo tanto, esta narradora que podría ser ella o la madre, que puede estar viviendo su vida en la isla de Dominica, en las Antillas, o estar contando la de su madre, es también «el símbolo» de un pueblo entero, de una comunidad colonizada donde el uso de los idiomas implica una desigualdad de clases como la propia lucha entre riqueza o pobreza, entre honestidad o corrupción, entre amor o desprecio.

La visión de Jamaica Kincaid (St. John’s, Antigua y Barbuda, 1949) nos coloca ante un espejo. No tanto por aquello que dice como por el modo como lo dice y por todo lo que nos interpela. La protagonista no acepta nada del resto, todas las personas que se va encontrando en su vida no merecen su respeto, su cariño, su comprensión, salvo su madre, la única a quien no ha conocido, pues, como indica en la primera frase del libro: «Mi madre murió en el momento en que yo nací, y así, durante toda mi vida, no hubo nada que se interpusiera entre la eternidad y yo; a mi espalda había siempre un viento negro y sombrío».

En el contexto de popular, esta obra nos permitirá repasar las obras y artistas que han trabajado desde los márgenes su propia experiencia y la vinculación con la tierra colonizada que han heredado. Nos permitirá hablar de la negritud y el esclavismo; la colonización española en Latinoamérica y las resistencias o los abismos; los grandes imperios que han repartido el mundo y sus riquezas a su imagen, semejanza y necesidades propias. En el límite del primer cuarto de este siglo, no podemos mirar con sinceridad al arte, a la literatura, al teatro o al cine sin preguntarnos por todo lo que no hemos aún hecho, por todo lo que ni siquiera (nos) hemos cuestionado. La segunda sesión vinculada a Autobiografía de mi madre nos permitirá profundizar más en la autora, pero además y sobre todo en lo que su narrativa posibilita, lo que sus palabras condicionan. La exposición reciente en el IVAM de Otobong Nkanga, por ejemplo y como contrapunto a popular, puede servirnos también de enlace entre maneras similares de cuestionar la opresión colonizadora y de generar preguntas liberadoras desde el arte.

La intención de estas «segundas sesiones» es que la novela elegida actúe, figuradamente, como una piedra que, al caer al agua, forma ondas concéntricas que son los materiales anexos. Cuanto más próximos a la obra, más vinculados con la literatura; cuanto más alejados, más relacionados con el arte. Entremedias de ambos, los ensayos y otros tipos de textos documentales.

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