La figuración narrativa
París 1960-1972
Un lobo feroz bromista, una pietà en la batalla de Stalingrado, “munipas” que embarcan a un Dubuffet, el asesinato de Marcel Duchamp, un cuadro acribillado a balazos, el conjunto en un ambiente de escándalo sabiamente orquestado: la emergencia de la Nueva Figuración fue a la par brutal y explosiva. Reunió a algunos de los mejores pintores europeos que se fueron a vivir a París en los años sesenta, que realizaron una pintura franca, en línea con su época, y que entraron de lleno en imágenes cotidianas producidas por la sociedad de consumo. Rechazando el buen gusto, la justa mesura y la cultura de élite, se lanzan en un juego de masacres que señala a la gran pintura, denuncian las dictaduras y disfrutan leyendo novelas policíacas, revistas femeninas y cómics. Abandonan la soledad de los talleres para encontrar la inspiración al doblar la esquina de calle. Su pintura desborda de humor y burlas, utilizando la anécdota, la historieta y la Historia con mayúscula, sin perder, ni un ápice, su impertinencia ni su fuerza cuarenta años después.
La exposición La Figuración Narrativa. París 1960-1972 reúne el trabajo de unos veinte artistas que en los años sesenta pintaron sus obras a partir de imágenes tomadas de la prensa, de la publicidad, del cómic y del cine, y que muestran objetos, personajes y situaciones. Esta tendencia, llamada Nueva Figuración, Figuración Crítica y finalmente Figuración Narrativa, nunca ha dado lugar a un manifiesto, pero sí que se ha expresado en numerosas exposiciones, entre las que cabe destacar como la más célebre Mythologies quotidiennes (1964); una muestra que marcará la concienciación de los artistas por una comunidad de preocupación. La repetición de imágenes, temas, técnicas de narración procedentes de la cultura de masas en pleno fervor durante estos treinta gloriosos años, marca el retorno al tema en contraste con el arte abstracto dominante. Su voluntad de establecer un discurso crítico y político de la sociedad los distingue del arte de la constatación, como fueron durante esos mismos años el pop art o el nuevo realismo.
Los artistas se constituyen en grupos, reunidos en salones (el Salon de la Jeune Peinture se reorganiza alrededor de Aillaud, Arroyo y Cueco), o en revistas como KWY (Bertholo, Castro, Voss), relacionados, a veces, con otros movimientos como los surrealistas (Télémaque) o los nuevos realistas (Bertini) y exponen para la mayoría de las galerías parisinas, como las de Daniel Cordier, Mathias Fels o Carlota Charmet. En París, el ARC (Animation Recherche et Confrontation), una estructura en el seno del Musée d’Art moderne de la Ville de Paris dirigida por Pierre Gaudibert en 1967, presenta sus primeras monografías en el museo. Los defienden críticos como Gérald Gassiot-Talabot, Jean-Jacques Lévêque, Alain Jouffroy y revistas de arte como Opus International. Las tramas evolucionan con el tiempo: desinterés por la abstracción en beneficio de un arte figurativo inspirado en imágenes cotidianas de principios de los años sesenta, compromiso político de 1962 a 1975 y, finalmente, una interrogación poética y metafórica de los objetos con un enfoque más individualista.
Estos artistas se posicionan totalmente en contra de la tradición de la “pintura bella”. Revolucionarios tras las huellas del surrealismo, llegan de toda Europa a París en el mismo momento en que Nueva York se convierte en la capital del arte vivo y se empeñan en renovar las fuentes de la imagen a través de la narración. Atrapados entre la abstracción de la Escuela de París, que da sus últimos destellos y el peso del pop art americano, no siempre han recibido el debido reconocimiento a escala internacional. En esta exposición se reúne un centenar de los más destacables lienzos realizados entre principios de los años sesenta –cuando estos artistas europeos se instalan en París– y la exposición organizada en 1972 por el Grand Palais: 60/72: douze ans d’art contemporain en France. Además de dedicarle una sala a los comienzos y a Mythologies quotidiennes, la exposición se desarrolla en torno a otras fuentes de inspiración: el cómic, con estética clara y contundente, la historia del arte revisitada y los fantasías de la novela policíaca. Finalmente, la muestra se cierra con obras que ponen de relieve su compromiso político.