Alberto Giacometti
El diálogo con la Historia del Arte
La exposición presenta por primera vez en España los dibujos de copia de obras maestras de la Historia del Arte, actividad que Giacometti —de quien, próximamente, se conmemora el centenario de su nacimiento— practicó durante toda su vida. En estos dibujos, en gran parte inéditos, procedentes de colecciones y museos europeos, Giacometti interpreta, obras de la antigüedad —del arte sumerio, egipcio, griego, bizantino, africano—, obras de Rembrandt, Van Eyck e incluso de artistas contemporáneos suyos como Lipchitz, Matisse o Mondrian. Estas obras aportan una nueva perspectiva que permite reconstruir los diferentes períodos de su creatividad artística y posibilita la confrontación de su trabajo de copia con su propia actividad creativa, representada por cuarenta pinturas y esculturas, entre ellas algunas de sus obras maestras absolutas. Con motivo de la exposición se edita un catálogo con ensayos de Casimiro Di Crescenzo y Simone Soldini, que analizan la obra de Giacometti en relación con sus copias, una amplia selección bibliográfica e ilustraciones que reproducen las esculturas, pinturas y dibujos expuestos.
Alberto Giacometti (Borgonovo, 1901 – Coira, Suiza, 1966) es una de las figuras más relevantes y también más complejas en la escena artística del siglo xx. Nacido en el seno de una familia de artistas, su vocación por el arte resultó temprana. A los trece años realizó su primera escultura, un busto de su hermano Diego, y sus primeras pinturas son de fecha aún más temprana. En 1919 ingresó en la École des Beaux-Arts y en la École des Arts et Métiers de Ginebra y en 1920-21 visitó los museos italianos y realizó sus primeras copias de obras de los maestros Cimabue, Giotto, Tintoretto. A lo largo de su vida Giacometti estudiaría obras de numerosos autores, interpretándolas a través de las copias de los artistas de su preferencia, como Durero y Rembrandt, pasando de Van Eyck a Fragonard, de Van Gogh a Cézanne, una de sus referencias constantes; sin olvidar a sus contemporáneos: Matisse, Picasso, Lipchitz, Braque, Derain, Mondrian, etc.
Instalado en París en 1922, trabajó con Archipenko y siguió de cerca la obra de Lipchitz y sobre todo de Henri Laurens. Comenzó a producir objetos no figurativos, reducidos a formas simples y esenciales, imaginarias y simbólicas, con connotaciones eróticas en algunos casos como en Le Couple (Pareja) de 1926, La femme-cuillère (Mujer-cuchara) de 1928 y en Boule suspendue (Bola suspendida) de 1930. En los objetos de los primeros años treinta se establecen las relaciones de oposición entre formas o conceptos antinómicos: lleno-vacío, curvas-aristas. Los surrealistas vieron en estas obras la materialización escultórica de las visiones del sueño y de lo imaginario. André Breton mencionó L’Objet invisible (Objeto invisible) de 1934-35 en L’Amour fou. Sin embargo, Giacometti se alejaría de los surrealistas cuya disciplina, fuertemente jerarquizada, rechazaba. A partir de su ruptura con los surrealistas experimentó en el campo de la escultura y de la pintura y no expuso sus trabajos durante un período de doce años.
La obra que realizó a partir de esta segunda etapa es posiblemente la más conocida del público. A partir de 1945 retomó su interrogación al mundo de su entorno y a la naturaleza. Realizó entonces la mayor parte de su obra escultórica y la casi totalidad de sus pinturas. Centró su investigación en los retratos de apenas dos o tres personajes, como su hermano, su mujer y algún otro modelo ocasional, como su amigo Eli Lotar. Alargó sus descarnadas figuras en una estilización extrema que acentúa la fragilidad ante el espacio que les rodea, como se puede apreciar en las obras que se exponen: Femme qui marche (Mujer que camina) de 1932-36 (Col. Peggy Guggenheim, Venecia), Tête (Autoportrait) (Cabeza [Autorretrato]) de 1927 y Le Vide-poche (El vacío que aloja) de 1930 (Galerie Jeanne Bucher, París), Femme debout (haut chignon) (Mujer de pie [moño alto]) de ca. 1948, La Cage (première version) (La Jaula, [primera versión]) de 1950, Tête de cheval (Cabeza de caballo) de 1951 —pintura que regaló a su amigo Miró—, Diego au Chandail (Diego con jersey) de 1953, y también Caroline, de 1961. Al final de su vida, Giacometti, que se vio reconocido como uno de los grandes escultores del siglo xx, reivindicó con énfasis su obra pictórica. Estas pinturas proceden del mismo sentimiento trágico de la existencia, de la misma búsqueda angustiosa de la realidad, que Giacometti consideraba infructuosa en su propia certeza de que jamás conseguiría aprehender la verdadera esencia del ser, a pesar de su incansable actividad, del incesante escrutinio de sus modelos y de la realidad circundante.