SALA IGNACIO PINAZO

Esta sala del IVAM alberga un tramo de 68 metros lineales de la antigua muralla medieval de València. Las murallas de nuestra ciudad constituían su hecho definitorio en la Edad Media, de forma que uno de los primeros escudos de València representaba una ciudad fortificada, rodeada por las aguas del Turia. Esta representación simbólica ha llegado a nuestros días, incluso después del derribo físico de los muros, a través de numerosos grabados religiosos populares.

La muralla definitiva de Valencia fue construida a partir de 1356, año en el cual el rey Pere IV el Ceremonioso pidió a los Jurados que aceleraran en la construcción de un cercado nuevo por el peligro que suponían los ataques del rey Pere I el Cruel de Castilla. Los muros nuevos tenían que rodear los arrabales y la muralla islámica, entonces en uso. Los trabajos fueron dirigidos por el cantero Guillem Nebot.

Las obras, de gran alcance y muy onerosas, se extendieron a lo largo de la segunda mitad del siglo XIV e incluso, en algunos tramos, las obras no acabaron antes de los inicios del siglo XV. Hay que recordar la creación de la “Fábrica de la Junta de Murs i Valls”, institución de la València foral encargada de la construcción y el mantenimiento de los fosos, torres y muros de las murallas. Este organismo tenía una existencia autónoma ante el Consejo de la Ciudad, de la Generalitat y el Rey, con una financiación propia sustentada por el impuesto del trigo que entraba a la ciudad.

Las dos excavaciones arqueológicas realizadas en el solar del lnstitut Valencià d’Art Modern, la primera en 1987 y la segunda en 2023, han permitido documentar una parte relativamente importante del muro bajomedieval, a la vez que conocer los aspectos físicos de su construcción. Se trata de una tapia formada por capas de tierra batida con un grosor de 13 a 15,5 cm alternadas con capas delgadas de cal en una técnica llamada tapia valenciana. Este conjunto está reforzado con ladrillos dispersos y encofrado por el exterior con mortero, a modo de fuerte costra en la cual también fueron utilizados ladrillos. Los cimientos de la muralla conservan una altura de dos tapias, asentada sobre una zapata, con un grosor de 2,50 metros. En el estado actual quedaban enterrados hasta 2,20 metros de muralla. El interior de la cimentación estaba formado por un mortero de piedras y cal. Otras partes de la valla bajomedieval, también estudiadas con métodos arqueológicos, estaban realizadas con la técnica de encofrado de mortero con cajas de 1,14 metros de altura media y con una distancia entre mechinales de 2,30 metros.

Las murallas crearon un nuevo ámbito duplicando al menos la superficie de la ciudad. Esta urbanización fue tan potente que cuando la valla fue derribada cinco siglos más tarde, de 1865 en adelante, el espacio intramuros no estaba todavía totalmente ocupado.

Las murallas han sido consideradas como uno de los más específicos símbolos de la ciudad y formaban parte de un sistema más amplio que incluía muros, torres y puertas. Cómo escribió Joseph Llop (1674): “Aquesta Insigne Ciutat de Valencia no sols esta ilustrada ab la hermosura de les Torres y muralles, sino tambe amb la Fabrica dels Portals grans, y chichs, entre els quals, los de Serrans y Quart, tenen la obra mes hermosa de torres, que se ha vist, fetes a despeses de la Ilustre Fabrica de Murs e Valls…”.

Las murallas formaban parte, con su consistencia interna, de un sistema simbólico más ancho, a la vez centrífugo y centrípeto. En la periferia, marcando los límites extremos, estaban las “Cruces de Término”, siempre orientadas hacia el exterior. Más cerca estaban las murallas, completadas con el conjunto de puentes sobre el río Guadalaviar. En medio, rodeado de torres cada vez más altas, se levantaba el “Campanar Nou de la Seu”, empezado al mismo tiempo que las murallas. El Miguelete, la campana de las horas, marcaba el tiempo, mientras que los toques litúrgicos servían de referencia para abrir y cerrar “los portales pequeños y grandes de la muralla”.

Entre octubre y diciembre de 2023 se llevaron a cabo trabajos de intervención sobre este tramo de la muralla conservado en el IVAM. Los trabajos consistieron en la finalización del sondeo arqueológico abierto a los pies de la muralla, en la cara intramuros, entre dos zapatas de pilares circulares, en el extremo Norte de la Sala, alcanzando la cota de -1,50 metros y documentar la cimentación original de la muralla medieval, consistente en una tapia de mortero de cal a modo de mampostería encofrada con tablas de madera, de una altura documentada de 1,10 metros. Se alcanzó el inicio de la segunda tapia de cimentación, cotejando los resultados con el sondeo realizado por Vicent Lerma y Julio Blasco en 1987. Las tierras estériles documentadas en sección eran aportes del cuaternario acumuladas por aluviones y posteriores depósitos del Turia. Sobre las mismas, se documentó tierra de huerta trabajada en tiempos de la primera taifa valenciana (siglo XI).

Asimismo, se continuaron los trabajos de limpieza de la superficie vertical de la muralla, tanto intramuros como extramuros, localizando elementos de su técnica edilicia como su proceso constructivo, identificando agujales-mechinales, medios ladrillos insertos en la denominada “tapia valenciana”, típica de los siglos XIV y XV (aunque esta técnica perdura hasta el siglo XIX), altura de las tapias y secuencia de las tongadas de arcilla y cal en el núcleo del muro, visto en la sección Norte de la muralla.

Continuaron los trabajos de identificación de restos edilicios en los muros verticales y se iniciaron los trabajos de limpieza final en la parte horizontal de la muralla; la parte superior conservada de la misma. Se identificaron numerosos restos de elementos impropios procedentes de las obras de 1988-89, generalmente tierra con restos de escombros y cenizas mezclados. Se procedió a retirarlos y limpiar la superficie, enfatizando y poniendo en valor las técnicas constructivas (agujales-mechinales) que atravesaban el muro para una correcta lectura histórica-constructiva.

Se identificaron restos de construcciones del siglo XIX que se ha decidido conservar, tales como forjas u hornos (tres restos parcialmente conservados), desagües y posibles despensas domésticas de entre finales del XIX y principios del XX.