Roberta y Julio González
Roberta González, nacida en París en 1909 e hija única del escultor Julio González, se educó en un ambiente familiar propicio para dedicarse por completo al arte, un entorno de autosuficiencia creativa, siempre rodeada de artistas como Picasso, Torres-García o Brancusi.
Alumna de la Academia Colarossi, las primeras obras se inscriben bajo una estricta influencia paterna que, con la insistencia en la observación del natural, marcaría el desarrollo de su propio estilo a lo largo de toda la vida. En el taller de su padre conoció en 1937 al joven pintor Hans Hartung, uno de los impulsores de la abstracción en Europa, que se convertiría en la segunda referencia fundamental en la obra de Roberta, a la vez que en su marido. Se ha dicho que Roberta González fue una artista que vivió entre dos mundos, entre la referencia necesaria a la naturaleza y las posibilidades expresivas de la abstracción. Su trabajo sintetizó un lenguaje plástico rico en recursos, muy sugerente, fuertemente experimental y profundamente personal.
Esta muestra trata de ofrecer una propuesta sincrética que concilie las tensiones entre abstracción y figuración, una manifestación propia del momento histórico que vivió esta artista y que resulta esencial para comprender mejor el amplio panorama del desarrollo del arte abstracto a mediados del siglo XX. Sin embargo, las circunstancias históricas y los acontecimientos autobiográficos limitaron sustancialmente la difusión de su obra. Asímismo, la sombra de Julio González y la de Hans Hartung han eclipsado de forma reiterada el alcance de las aportaciones que hizo Roberta González al desarrollo de la pintura de su momento. Las exposiciones póstumas realizadas hasta la fecha han ofrecido visiones muy parciales o la han destacado insistentemente en el contexto familiar.
El IVAM propone ahora la exposición antológica más completa dedicada a esta artista; por primera vez, se invierte el orden y es Julio González quien acompaña a Roberta. La exposición reúne alrededor de 80 obras, desde los primeros dibujos en los que apreciamos las enseñanzas paternas hasta los últimos cuadros en los que brilla su plena autonomía plástica. El recorrido propuesto comienza precisamente por el final, con los formatos grandes de la etapa de madurez. Las siguientes salas abordan las recurrentes cuestiones temáticas, como los torsos, las máscaras o el tema de Leda, que fueron vertebrando el trabajo de Roberta hasta su muerte en 1976. Las 32 esculturas de torsos, cabezas o mujeres sentadas de Julio González en estas salas subrayan el origen de las inquietudes estéticas de Roberta. Sin embargo, la influencia paterna es más evidente en la última sala, donde las esculturas de Julio González coinciden cronológicamente con los dibujos, pasteles y gouaches de los inicios de Roberta González.