Plàtan-siesta 1970. Artur Heras
Desde Magritte y Kafka, la escala del espacio interior ha sido alterada, en especial la de los objetos y la de algunos de sus moradores.
Cincuenta años han transcurrido desde que fue pintado este cuadro. Es en cierto modo un bodegón que ahora reaparece en formato de gran pancarta. Las banderolas son para el exterior y representan una de las últimas aplicaciones de los carteles iniciados en los primeros años del s. XX.
La figura central de esta pintura es un plátano tumbado sobre una cama tubular. Un icono pop, deducimos cómodamente. Los plátanos no han cambiado su aspecto a lo largo del tiempo. Las camas sí: objetos fabricados en serie, han ido modificando su anatomía y apariencia, afectadas por los impulsos de la moda, la técnica constructiva y el consumo.
La cama es, probablemente, el símbolo más onírico de cuantos existen en el hábitat cotidiano del individuo. Desde siempre es el lugar donde suele engendrarse la vida de los seres humanos, allí nacen y mueren, pero también es allí donde se acomodan y sueñan. Erotismo, placer, miedo o dolor, son algunos de sus moradores y con ellos surgen el deseo y la frustración.
La cama individual, repetida, presupone masificación. Es sinónimo de concentración humana en hospitales, acuartelamientos y espacios similares.
La actualidad ha vuelto a ofrecer escenarios que creíamos superados, definitivamente alejados de nuestras suertes…, pero, en arte, algunos pensamos que la opción se centra en la memoria, en la gravedad de los cuerpos sólidos, una materia pesada que hay que transformar en vez de olvidar.
Está también el signo de interjección. Quizá sea una cabeza en exclamación, una llamada entre otros puntos formando un pequeño mapa de constelaciones.
¿O es un agujero por el que se cuelan y desaparecen los sueños?
Artur Heras