José María Yturralde
La exposición de José María Yturralde reúne alrededor de cincuenta obras que trazan una visión retrospectiva de su trayectoria artística, desde sus remotos orígenes abstractos a mediados de los años sesenta, los estudios de formas geométricas y estructuras volantes o flotantes, hasta su pintura de la década de los noventa, cuando a través de Preludios, Interludios y Postludios se adentra en la disolución de las formas geométricas y se concentra en los “límites” del cuadro.
En la muestra se incluyen tres cometas o “figuras en el espacio”, como las denomina el artista, instaladas en el hall del Centre Julio González. La sala final presenta obra inédita, de gran formato, de los últimos años desde una poética de lo inmaterial y de lo sublime. Con motivo de la exposición se edita un catálogo que reproduce las obras expuestas e incluye un “Diario en torno a una exposición” escrito por el artista y que permite conocer buena parte de sus referencias estéticas y vitales de Rothko al Zen, de Monet a Tintoretto sin olvidar la música o la arquitectura contemporáneas; el catálogo también publica textos de José Mª López Piñero y de los comisarios de la exposición, Daniel Giralt-Miracle y Juan Manuel Bonet.
José María Yturralde (Cuenca, 1942) apasionado del dibujo desde su infancia, estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia. En 1960 realiza un viaje de estudios por Alemania, Francia y Suiza. A mediados de los sesenta comienza a evolucionar hacia una abstracción geometrizante, investigando en múltiples direcciones, desde el informalismo matérico a la abstracción geométrica, los constructivistas rusos y Vasarely, los espacialistas italianos, Fontana, Manzoni, Castellani, De Luigi. En 1966 fue nombrado conservador del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca; en esta época incorpora objetos al cuadro y trabaja en monocromía, con materiales sintéticos. Su interés por la tecnología se acentuaría con su participación en los seminarios del Centro de Cálculo de la Universidad Complutense, en los que se inició en el trabajo con ordenadores.
En 1967 participa como miembro fundador en el grupo Antes del Arte, liderado por el crítico de arte Vicente Aguilera Cerni, etapa en la que inicia su experimentación sobre el arte cinético de donde surgirán posteriormente las Figuras Imposibles, las Estructuras, las Maclas, las Perspectivas, las Formas Computables de Madrid. En la etapa de las “figuras imposibles”, se dedicó al estudio del rico fondo de ilustraciones anatómicas, desde el Renacimiento hasta el siglo XX, existente en la Biblioteca Histórico-Médica de la Universidad de Valencia. En 1975 se trasladó a Massachusetts (Estados Unidos), donde se dedicó a la investigación y al ejercicio de la docencia en el Center for Advanced Visual Studies del MIT. Poco después iniciaría sus estudios sobre estructuras volantes, medio ambiente y sistemas energéticos, realizando diversas experiencias con volúmenes cuyo soporte espacial era el viento. Participó como miembro activo de la International Colour Association. La dualidad artístico-técnica o científico-humanista que se daba en aquellos años en Estados Unidos, y que coincidió con los movimientos minimalistas o reduccionistas, influyó en José María Yturralde, especialmente en su propósito de entender el arte como una exploración, una búsqueda, como un campo abierto a todo tipo de experimentaciones e investigaciones, que aunara inteligencia y sensibilidad.
En el periodo entre 1975 y 1986 la obra de Yturralde rebasó lo estrictamente pictórico, con formas bi o tridimensionales, para alcanzar otra dimensión espacial que, sin abandonar el andamiaje geométrico-constructivo de sus etapas anteriores, culminó en la reflexión de los campos de color y las zonas liminares que actualmente desarrolla en profundidad. Realizó trabajos en láser y holografía en el laboratorio de óptica de la Universidad de Valencia, como antes había hecho en el Centro de Cálculo de la Universidad, y en 1979 participó en la primera muestra pública de holografía en el Ateneo de Valencia con un holograma en torno a la idea del Universo de Kepler. En los ochenta, tras profundizar en la dirección cinética con sus “estructuras volantes”, vuelve al plano con una actitud que, sin dejar de ser constructivamente rigurosa, es más poética, a causa de la interrelación de los colores y la inestabilidad de las composiciones.