Javier Calvo
Geometría y moda
Es manifiesto que Calvo no quería quedarse atrapado en las formas geométricas y que necesita introducir referencias a lugares emocionales. La estilística del paisaje que desarrolla arranca del romanticismo para incidir en planteamientos verdaderamente originales. Lo decisivo es la obsesión por captar la fuerza e intensidad de los fenómenos naturales, pero sobre todo lo que quiere es mantener la presencia vital de la pintura.
En la serie de la Malvarrosa (1977-1979), Javier Calvo intenta recuperar poéticamente la infancia, utilizando una nueva forma de figuración que consigue humanizar su lenguaje frente a la abstracción anterior. Las suyas son imágenes para el recuerdo que transmiten una honda nostalgia, unida, como sucede siempre, al placer de pintar. Sus emociones retrospectivas están contrapesadas por cierto tono de serenidad. Sin duda, ha sido la serie del glamour y la moda, un campo por el que Javier Calvo tiene una inmensa debilidad, la que ha permitido que ofrezca sus planteamientos sincréticos de máxima madurez. La relación de Javier Calvo con el “imperio de lo efímero” es dilatada, tanto en el campo de la práctica cuanto en al docencia. Una de sus primeras e importantísimas manifestaciones es la serie Glamourosas que presentó en la Gallera en 1995. “Hacer –dice Mara Calabuig- de los ropajes protagonistas, sin ataduras ni servidumbres, lejos sin embargo de la simple tentación documental, es, en esta insólita muestra, toda una revelación plástica. Javier Calvo, al borrar deliberadamente rostros y desatender anatomías, descubre en la moda toda su fuerza, su entidad constructiva, que él subraya consiguiendo inopinados efectos de arquitectura móvil con entera autonomía y un penetrante poder de sugestión”.
Los hallazgos de textura, composición y gestualidad se han ampliado desde la serie Glamourosas hasta los cuadros que presenta en el IVAM en los que amplía la reflexión sobre la pose, con todo el sentido de teatralidad que implica, con ese estar entre lo estático y lo extravagante, la delicadeza y la suavidad y la rotundidad solemne. La pintura rinde un riguroso homenaje a los grandes fotógrafos y a los diseñadores que han volcado en ese mundo de telas plegadas, cuerpos hermosos y presencias fascinantes su imaginación. La moda que une lo efímero y lo eterno, el pulso de lo moderno, reaparece en el museo para seducirnos de la forma más sutil.