Eduardo Arroyo
Obra gráfica
La obra gráfica de Eduardo Arroyo se inspira en los mismos temas desarrollados por su pintura. En ella encontramos idénticas rupturas, la misma evolución, pero sometida a procesos de elaboración propios. Se establece una interrelación entre ambos campos plásticos que desemboca en una paulatina influencia del tratamiento de la obra gráfica también en la organización compositiva de los lienzos. Desde 1961, Arroyo reivindica el derecho a crear una obra narrativa fundada en la anécdota. Le gusta contar historias, y quiere contarnos la Historia desde su punto de vista, que irá evolucionando a lo largo de los 29 años que recorre su repertorio gráfico.
Su estancia en París, su exilio, le sirvió para certificar que su deseo de convertirse en escritor se topó con una obviedad «instrumental». Un escritor debe manejar el idioma con el que quiere expresarse, el del lugar donde decide vivir y trabajar. A partir de ahí, la pintura y el dibujo adquieren una capacidad visual y crítica máxima; son memoria y deseos, son enfrentamiento (como un combate de boxeo) y posicionamiento estético, generalmente contra lo conceptual y contra la figura y la obra de Marcel Duchamp.
En esta exposición del IVAM se muestran toreros gesticulantes o generales aborrecidos con el enigmático Fausto, con el flexible y elegante deshollinador; al mismo tiempo que descubriremos a las gitanas que acompañan a la invisible Carmen Amaya en su epopeya en las habitaciones del neoyorquino hotel Waldorf Astoria. Resulta obvio que para Arroyo el arte ya no es un arma de combate sino un lenguaje absoluto amasado con su vida, su propia biografía, su exilio, sus amigos, su retorno, sus gustos, sus odios y sus numerosas obsesiones.