Julio González
JULIO GONZÁLEZ
Barcelona,(España) 1876- Arcueil (Francia), 1942
Perteneciente a una familia de orfebres y artesanos del hierro forjado, Julio González era el menor de cuatro hermanos, con los cuales trabajó en el prestigioso taller familiar de Barcelona. Julio y Joan, iniciados en el trabajo del metal por su padre, Concordio, obtuvieron importantes reconocimientos con sus joyas en las exposiciones de artes aplicadas de Barcelona, e internacional de Chicago de 1892. Ambos asistían a clases de dibujo en la escuela de Bellas artes y frecuentaban el círculo de “els Quatre Gats”, en el cual se reunían Nonell, Picasso, Casas, Rusiñol, Torres-García y otros representantes del modernismo. Tras una visita a Madrid, al Museo del Prado y un primer viaje a París, Julio González decide dedicarse a la pintura, y en 1900 la familia, tras la muerte del padre, se establece en la capital francesa. Julio encuentra de nuevo a Picasso y establece relación con los artistas españoles y con Max Jacob, Maurice Raynal, Varèse, y más tarde, Modigliani y Brancusi. La muerte de su hermano Joan, en 1908, supone un período de intenso dolor y reclusión, pero en 1910 da comienzo a sus sus máscaras repujadas en metal. Durante la Primera Guerra Mundial, permanece en París concurriendo desde entonces con asiduidad al “Salón des Indépendants”. En 1918 entra en la compañía “La Soudure Autogène Française”, donde aprende la soldadura autógena y realiza un primer ensayo con un pequeño Cristo en hierro. Su actividad expositiva continúa durante unos años manteniendo su múltiple ocupación como orfebre, dibujante, pintor y escultor, aunque a partir de 1927 su escultura empieza a adquirir protagonismo, realizando obras en hierro recortado y forjado que someten su figuración anterior a un proceso de estilización y abstracción progresivo. En 1931 Picasso solicita su ayuda para realizar el monumento a Apollinaire que le había sido encargado. Julio González introduce a Picasso en los procedimientos de la soldadura autógena para crear ensamblajes metálicos a base de varillas, chapas y objetos varios que generan piezas basadas en la ausencia de masa sólida y en el principio de la escultura construida. De esta colaboración ambos artistas se beneficiarán, pero para González supondrá la dedicación definitiva a la escultura, abandonando la pintura y la orfebrería. Aunque nunca llegó a la abstracción total e incluso atacó el arte abstracto, en 1934 los artistas de Abstraction-Création le reconocieron como abstracto por la radicalidad de sus propuestas. Sin embargo, su escultura de planos y líneas en el espacio derivará en años posteriores a una recuperación del volumen y la forma. En 1937 participa con una Maternité -más tarde llamada Montserrat- en el Pabellón español de la Exposición Universal de París, aunque sigue investigando las posibilidades de la estilización en sus “hombres Cactus”. Poco después de declarada la Segunda Guerra Mundial, González abandona París, adónde regresará en 1941. El 27 de marzo del siguiente año muere en su casa de Arcueil.