‘Panza de burro’. El gesto narrativo

Con Panza de burro, la literatura se hace voz, expone la palabra en proceso de decirse. La oralidad y la escritura son las dos caras de Jano, la posibilidad de dos mundos distintos. Si en la anterior sesión, con Pedro Lemebel y sus escritos alrededor de los sonidos «iletrados» profundizamos en la herida de la alfabetización, con Andrea Abreu confirmamos que la escritura es más intensa cuando la acompaña un grito de libertad, un sonido más allá del texto que debiera escribirse según los cánones establecidos.

La exposición popular ya concluyó, pero sus ecos resuenan en los espacios del museo y en los huecos de nuestras memorias individuales y este libro, con sus dos sesiones, vendrá a testimoniar que una de las cosas más auténticamente populares es la forma como se habla y se nombran las cosas. Este léxico no viene solo ni surge porque sí. Está propiciado por un paisaje y una cultura medioambiental; por un acento y unas costumbres asociadas a lo gastronómico, a lo religioso o a lo geográfico. Panza de burro compila sensaciones que te dejan un sabor de boca a medio camino entre la intensidad del mojo picón o del «verde», el dulzor excesivo de las chuches y el salitre de un mar inalcanzable.

La segunda sesión vinculada a Panza de burro nos abrirá el campo a una serie de autoras jóvenes que, en campos tan variados como la literatura, el arte visual, el cine o las artes del cuerpo, están posicionando su mirada transformadora sobre un mundo, a su vez, en profunda transformación. La intención de estas «segundas sesiones» es que la novela elegida actúe, figuradamente, como una piedra que, al caer al agua, forma ondas concéntricas que son los materiales anexos. Cuanto más próximos a la obra, más vinculados con la literatura; cuanto más alejados, más relacionados con el arte. Entremedias de ambos, los ensayos y otros tipos de textos documentales.