Dalí verdadero / Grabado falso
¿Qué diferencia existe, en el ámbito de la obra gráfica, entre un grabado «original» y un grabado «verdadero»? Esta es la pregunta y duda justificada que intenta resolver la muestra comisariada por el conservador del Cabinet de estampes Rainer M. Mason. Para hacerlo, se centra en una parte de la producción grabadora de Salvador Dalí (Figueres, 1904 – 1989), en concreto la denominada obra impresa «clásica» del artista, delimitada entre las series L’immaculée conception (La inmaculada concepción, 1930) y Les Chants de Maldoror (Los Cantos de Maldoror, 1934), algo más de cincuenta piezas. Según la definición redactada por el Comité national de la gravure en la Exposición Universal de París de 1937, «se consideran grabados, estampas y litografías originales las pruebas (…) completamente concebidas y ejecutadas a mano por el propio artista, sea cual fuere la técnica empleada, con exclusión de todo procedimiento mecánico o fotomecánico».
El cuestionamiento sobre la originalidad de la obra gráfica de Dalí surge ya en la década de 1930, y no dejó de aumentar hasta las de 1970 y 1980, donde ya se comenta y discute sin fisuras. En el estudio realizado por el comisario, publicado en el catálogo de la exposición, se evidencia que la respuesta está en la firma del creador surrealista. En ocasiones está grabada; en otras, numerosas, está escrita con grafito, lo que prueba que Dalí autorizaba la reproducción de sus obras, pero que él no las realizaba; simplemente firmaba «papeles en blanco» que después se imprimían. No hay pruebas de que el creador catalán «pisara» los talleres de grabación, lo que abre un debate sobre el concepto de las obras, su reproducción y la autoría; sitúa su obra y también el surrealismo en la contemporaneidad a través del uso de conceptos como la plusvalía en la rentabilidad del arte y su mercado insaciable.