Nicolás de Lekuona
Una misión obligatoria de los museos que se impulsaron en el estado español a lo largo del período democrático iniciado en 1977 y consolidado en la segunda mitad de los años ochenta, tiene que ser la restitución de una memoria silenciada y olvidada. El IVAM impulsó, desde su inicio, una colección y un conjunto de exposiciones enfocados a la recuperación y escritura de una modernidad fracturada o perdida.
En el caso de Nicolás de Lekuona (Ordizia, Guipúzcoa, 1913 – Fruniz, frente de Vizcaya, 1937), la restitución debió superar, incluso, el cuestionamiento de su existencia. De Lekuona perteneció al selecto grupo vanguardista de artistas, pensadores, escritores o músicos que deseaban renovar el panorama sombrío de una España que todavía se lamía las heridas del imperio perdido. Participó en las tertulias del Pombo, una vez se trasladó desde San Sebastián a Madrid para estudiar la carrera de Aparejador. La elección de la fotografía, entendida como medio mecánico que promovía la copia por encima de la obra única y la variedad absoluta de motivos más allá de un estilo propio, la enfocó en dos direcciones. Por un lado, fotografías de corte constructivista en la línea renovadora de la Nueva Fotografía, tendencia que conocía gracias a revistas como L’ilustration; por otro, la realización de fotomontajes en sintonía con las vanguardias europeas, en especial el surrealismo y el dadaísmo.
La recuperación de Nicolás de Lekuona ayudó a perfilar un poco más el agujero negro de la historia del arte vanguardista español, pero también contribuyó a rellenarlo junto con el trabajo de las grandes figuras intelectuales del exilio.