Eyes on Russia. Nueva York: Simon and Schuster, 1931
Margaret BOURKE-WHITE (Nueva York, 1904-Stamford, EE.UU., 1971)
Una de las imágenes quizás más fascinantes del siglo XX muestra a la fotógrafa Margaret Bourke-White en lo alto del edificio Chrysler preparándose para fotografiar la ciudad de Nueva York encaramada a una de sus gárgolas metálicas. La imagen no es sólo una poderosa metáfora del vértigo de esa nueva visión de la gran ciudad, sino también del ascenso imparable de un nuevo modelo de mujer que esta intrépida artista encarnó como pocas en su época. “Está sentada en la cima del mundo”. Así de rotundo rezaba el titular del artículo del Chicago Daily News que glosaba la brillante trayectoria de esta mujer que tendría el privilegio de ser la primera fotógrafa extranjera que la Unión Soviética autorizó para retratar la gesta del Primer Plan Quinquenal estalinista. La joven fotógrafa había contado para ello con el aval del cineasta Sergei Einsenstein, quien había caído rendido ante la majestuosa estética que destilaban sus fotografías de fábricas, rascacielos e ingenios mecánicos publicadas en los semanarios de la época. Henry Luce, poderoso editor americano, la reclutaría en 1929 como fotógrafa principal para su revista Fortune, y poco tiempo después se convertiría en la estrella indiscutible de Life magazine.
Eyes on Russia (1931) es el primer foto libro de Margaret Bourke-White. Incorporado recientemente a la Biblioteca del IVAM, la publicación reúne una selección de cuarenta fotografías (de las más de ochocientas realizadas) y un texto escrito en primera persona donde la artista daba cuenta del primero de los tres viajes que realizó al país de los soviets entre 1930 y 1932. Este libro, y una serie de fotorreportajes que fueron publicados en la prensa americana de la época como The New York Times Sunday Magazine, contribuyeron a expandir entre el gran público de Nortamérica la ficción de una próspera y mecánica arcadia soviética: “silueteado contra el cielo –dirá en una de sus páginas- majestuoso en la mañana, he aquí el nuevo Dios de Rusia, el tractor. La tierra negra se remueve debajo de sus engranajes. Una procesión de delgadas nubes desfila tras de sí. Pareciera que el tractor dibujara el firmamento entero tras su paso, y la tierra y el cielo guardaran reverencia a esta nueva divinidad”.
Palabras e imágenes, las de Margaret Bourke-White, que construyeron un utópico y bruñido espejo en el que mirarse un pueblo, el estadounidense, hundido en aquel tiempo en el barrizal de la miseria y el desencanto.