Terry Winters
La exposición, que es la primera retrospectiva sobre la obra de Terry Winters que se celebra en Europa, reúne más de cincuenta obras de los últimos quince años e incluye una espectacular serie de dibujos recientes que no se han expuesto con anterioridad. El catálogo publicado con motivo de la exposición reproduce íntegramente las obras expuestas e incluye un texto del comisario de la exposición Enrique Juncosa y otro del artista Ronald Jones.
Terry Winters (Nueva York 1949) se dio a conocer en 1982 con una exposición en la galería Sonnabend de su ciudad natal. Desde entonces su obra ha ido evolucionando hasta convertirse en uno de los pintores abstractos más prestigiosos y originales de la escena neoyorquina actual. En 1991, el Whitney Museum de Nueva York organizó una gran retrospectiva de su obra que viajó después al MOCA de Los Angeles. En la década de los ochenta, la obra de Terry Winters está repleta de imágenes orgánicas que sugieren semillas, esporas, hongos, estructuras celulares, conchas, insectos, cadenas de ADN, panales o cristales minerales. Estas formas que flotan sobre un fondo pictórico viscoso, como si surgieran de la materia misma, se convierten en metáforas de la transformación y de la evolución al tiempo que se refieren a las estructuras sociales. Poco a poco, aparecen también en los cuadros formas ambiguas de protuberancias y cavidades que sugieren los mecanismos de reproducción sexual. Con estas formas, que hallan su inspiración también en fuentes no artísticas como la caligrafía mágica taoísta o los diagramas cabalísticos, Winters logra sugerentes formas totémicas que quieren despertar el potencial asociativo de la imaginación del espectador.
En los años 90, la obra de Winters abraza progresivamente la abstracción, interesándose por los desarrollos de la informática, las teorías de los fractales y la realidad virtual. En un primer momento, estas obras sugieren paisajes líquidos que se refieren tanto a nuestro interior como al espacio sideral. Poco a poco, sin embargo, sus imágenes pierden cualquier referente visual específico para convertirse en hipotéticas representaciones de conceptos físicos como el orden, el caos, la gravedad o la velocidad. Winters superpone diversos entramados de líneas de colores que crean al final una imagen contradictoria de dinamismo estático. Estas imágenes vibrantes, consecuencia de los pensamientos que se desencadenan al pintarlos, parecen hallarse en el umbral de la representación, necesitando de un espectador para completarse. Sugieren contornos y centros, además, como subrayando su intencionalidad metafórica: son imágenes que nos acogen.