Rafael Calduch

Después de la mirada

ExposiciónIVAM Centre Julio González

“La pintura de Rafa Calduch remueve ese fondo de sedimentos que nos mantiene fijamente en una cultura de la imagen y de las formas, para directamente remitirnos, despejados de todo dogma, hacia nuestra propia interioridad, y en ella, a nuestra libertad, a buscar en nosotros mismos y con nuestra propia experiencia de vida una cognición diferente de todos estos saberes acumulados y organizados desde las ideologías y desde las culturas. De una manera reflexiva interroga tanto la mirada del sujeto que mira, como la del propio portador de la mirada, en este caso del pintor. No tiene un particular mensaje que transmitir; lo que tiene es una experiencia plástica vital con todo lo que esto contiene de pieles. Todos los movimientos del pintor emprendidos desde el cuerpo: la mano, el brazo, los hombros, la espalda, el soplo… todos se dirigen hacia la mirada – carne del Otro. Podría parecer que buscan un contacto, y en el encuentro, una complicidad. La pintura parece descender en ella misma, hacia sus propios sedimentos, dejando en suspensión unos reflejos, a la manera de un juego de reverberaciones.

Este proceso físico ligado a la profundidad es especialmente discernible en la pintura que nos ofrece Calduch en esta exposición. Sus polípticos, realizados expresamente para este espacio del IVAM, no se basan en la imagen o el relato, no están en concurrencia o en competición con el espacio; la euritmia que los sustenta no nos resulta extraña, nos hace sentir unas sensaciones que llevamos en nuestros sentidos; sensaciones que nos regresan principalmente a la naturaleza: un cielo, una luz, una estación, una tierra, una brisa, aun un olor. Cada una de ellas nos restablece en nuestro cuerpo, en nuestra unidad como parte de este mundo. Cada pieza de sus polípticos, cada cuadrado, es originalmente autónomo y viene a integrarse sin oponerse y sin fraccionar el conjunto en el cual el artista, constituyendo voluntariamente un solo acto, le ofrece su lugar y una nueva dimensión.

Una dimensión de totalidad que hace que cada pieza pertenezca a la vez a la suma de todas las piezas que componen el políptico. Cada una de las fracciones, reagrupándose, se vuelve simultaneidad, acaparando de un golpe diferentes lugares en un mismo plano, y con el contenido de su particular intensidad continúa la interpretación de su propio papel, participando en el campo de fuerza y en la emisión de luz; un poco como un instrumento en una orquesta sinfónica, tocando en sintonía. Desde su fondo toda la obra se hace pulso. Onda arterial o pulsación que cada contracción, cada vuelta de la mano y de la materia vienen a provocar. El políptico se vuelve marea. No hay ninguna perspectiva posible para el ojo, tampoco centro, ni realmente borde donde mantenerse, nos encontramos en un universo de resonancias, en el interior de una suerte de órgano que respira, con su hálito y con la luz renovando permanentemente su oxígeno, que a la vez revuelve el orden en un juego de alternancia: la superficie permutando con el fondo y el fondo con el viso de la superficie.

En Rafael Calduch existe una satisfacción verazmente física en el acto de producir. Una alegría que conduce a este placer sensual y también juvenil de poner las manos en la pasta, en la arena, en el agua, en el barro. De sentir la materia entre sus dedos, de amasarla, labrarla, de extenderla, en el extremo encuentro del ser con la naturaleza, la nostalgia del movimiento primitivo de la mano al contacto con la materia y de la huella y del signo sobre la roca. El gozo ancestral y posesivo del cuerpo a la tierra y de la tierra al cuerpo. Calduch opera desde el cuerpo, y ahora añadiré que toda su actividad se vuelve un acto de asistencia, de participación; para festejar el hecho de existir. De obrar cada día, ocurra lo que ocurra, en su infinitud. El que mira su pintura debe antes de todo encontrar su propia mirada y no extraerla desde la mirada de la memoria; mira no para buscar: se entrega como se tiende desnudo en la hierba.”

(Extracto del ensayo Después de la mirada de Marek Sobczyk escrito para el catálogo de esta exposición)