Miguel Ángel Campano
En los años ochenta, en plena Transición, la pintura generada en España surge como reacción a ese momento histórico y se asienta en un contexto internacional en el que el arte había sido reconquistado por una pintura de tintes expresionistas. La intención de estos jóvenes pintores (entre ellos José María Sicilia, Miquel Barceló, Ferran García Sevilla o Miguel Ángel Campano), era otorgar al medio una mirada despolitizada, autónoma y no funcional; totalmente alejada de planteamientos militantes. Una decisión que siguió una línea fértil y concreta y que generó escuela, asentando bases de los estilos abstractos posteriores.
La exposición dedicada a Miguel Ángel Campano (Madrid, 1948 – Cercedilla, Madrid, 2018) en el IVAM Centre del Carme se conformaba de dos partes. Una primera, reunía obras del pintor desde 1980 a 1989 y se organizada por series, como las dos de Las vocales (1980 y 1983), Mistral o El Diluvio, ambas de 1981-1982, o La Bacanal (1983). También se integraban dentro de este bloque otras que analizaban y reinterpretaban obras de Paul Cézanne o Nicolas Poussin. En toda su producción hay una querencia por la pintura d’après nature, que reflexiona sobre grandes temas que fueron tratados por pintores más o menos clásicos, con los que compartía una necesidad vital de expresarse desde el medio au plein air, una influencia avivada sin duda durante sus largas estancias en París y el estudio de grandes maestros del arte. La segunda parte se centraba exclusivamente en variaciones sobre el cuadro de Poussin Ruth y Boaz (El verano), pintado entre 1660 y 1664. Campano expuso en esta muestra 366 dibujos realizados con tinta, lápiz y gouache basados en ese cuadro, lo que demuestra su capacidad analítica, la necesidad de trabajar desde la repetición y atendiendo a sus pequeños gestos diferenciales. Al conjunto de dibujos se sumaban 122 pinturas de series anteriores, completando una suerte de exposición quasi retrospectiva.