Del post-impresionismo a las vanguardias
Pintura de comienzos del siglo XX en la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza
La Colección Carmen Thyssen-Bornemisza salió a la luz pública, por vez primera, en 1996 en Madrid. Desde entonces se han celebrado más de 15 exposiciones en España y en el extranjero con selecciones distintas de obras de la colección. Si toda colección privada expresa, en buena medida, los gustos y preferencias de su propietario, esta norma no deja de ser cierta respecto a esta colección. Pese a su carácter panorámico -extendido en un arco temporal que abarca desde el siglo XVII hasta mediados del siglo XX, con ejemplos de casi todas las escuelas occidentales-, en ella se aprecia un singular interés por situar el arte español a la altura del arte internacional. Asimismo cabe destacar el interés de la baronesa Carmen Thyssen-Bornemisza por el género paisajístico -llamado a tener gran relevancia en la génesis del arte moderno- y su atracción hacia aquellos movimientos ligados al estudio de la luz y el color. Esta última característica es quizá la más palpable en el conjunto de obras que aquí se presenta, dedicado por primera vez a ilustrar el desarrollo del arte de la primera mitad del siglo XX.
El primer grupo de obras expuesto está dedicado a Gauguin y los Nabis, en lo que constituyó el intento más importante llevado a cabo a fines del siglo XIX para reorientar la producción artística más allá de los estrechos límites del naturalismo. Tanto Gauguin, como Bernard, y algo más tarde Sérusier, Denis y Le Sidaner concedieron especial atención al color y las líneas como medios de sugerir emociones y contenidos espirituales en el espectador. Al margen del simbolismo más literario de artistas como Moreau o Puvis de Chavannes, la obra de los artistas aquí seleccionados sentará las bases del arte posterior. Matisse, Derain, Vlaminck, Dufy, Manguin y Camoin representados todos ellos en la segunda sala dedicada al fauvismo-, partieron de la obra de Gauguin y los Nabis para desembocar en la utilización de áreas planas de color arbitrario. Su ejemplo fue recogido por las primeras generaciones de pintores expresionistas alemanes, como los componentes del grupo Die Brücke -Kirchner, Heckel, Pechstein y Nolde- en Dresde; Kandinsky y Münter en Múnich; y Tappert en Berlín. Todo ellos, no obstante, en lugar de hacer uso del color desde un punto de vista esteticista, como en el caso de los artistas fauvistas, hicieron hincapié en sus cualidades dramáticas y expresivas.
Si el fauvismo aportó la primera gran ruptura respecto al sistema representativo tradicional, al liberar al color de su referente plástico, el cubismo puso en duda el propio sistema perspectívico vigente desde el renacimiento. El afán de artistas tales como Picasso, Braque y Gris por conciliar la materialidad de los objetos con la bidimensionalidad del soporte pictórico, abrió el camino de la abstracción. No obstante, antes incluso de que artistas como Mondrian o Malévich se adentrasen en este camino, Delaunay realizó sus composiciones “órficas” con planos de color contrastados atendiendo a sus cualidades rítmicas y musicales. Su ejemplo fue seguido por Kupka y Léger. Más tarde, ya en los años treinta, la abstracción incorporó algunas novedades formales del surrealismo de Miró en composiciones biomórficas como las de Baumeister.
Volviendo al período de después de la Primera Guerra Mundial, la conmoción provocada por la conflagración bélica provocó una desconfianza generalizada de la novedad y el progreso artístico. Surgieron entonces diversas “llamadas al orden” en un intento de hacer conciliable el arte de vanguardia con el del pasado y de eliminar el exceso de subjetivismo que había perdurado en el panorama artístico desde comienzo de siglo. Picasso, Derain y Matisse en Francia, De Chirico, Carrà, Severini y Morandi, en Italia, y Beckmann, Dix, y los demás componentes de la Neue Sachlichkeit en Alemania, retornaron hacia una pintura mesurada y objetiva, que también tuvo en los Estados Unidos a representantes como Hopper y Marsh.