Eduardo Stupía

ExposiciónIVAM Centre Julio González

Desde los extraños cómics que realizaba a comienzos de los años setenta hasta los asombrosos trabajos que ahora se presentan en el IVAM, la obra de Eduardo Stupía (Buenos Aires, 1951) atravesó a lo largo de más de treinta años una serie de transformaciones sobre las que podría decirse que constituyen, en conjunto, una zona ambigua, de fascinación, belleza e inquietud, en la que el dibujo como técnica se expandió hacia lo desconocido.

El artista avanzó sobre nuevos territorios, tramados a mitad de camino entre el ojo y la mano, en una alianza que ensanchó creativamente la concepción dibujística hacia una hiperrealidad mental que no deja de sorprendernos. Si en sus primeras épocas el dibujante tramaba personajes, criaturas y objetos con paisajes fantasmales; más tarde, en los años ochenta, en medio de aquellas compleja tramas visuales de la obra comenzaron a aparecer ciudades escondidas, paisajes soñados, edificaciones imposibles, profusas y cada vez más barrocas enramadas. Al mismo tiempo que la imagen y la línea iba haciéndose más compleja, el artista experimentaba con la tinta, aplicada a la textura y el granulado del papel. El resultado era, tanto dibujos sobrecargados de trazos, huellas y líneas, como la aparición de abismos y espacios vacíos en los que podía uno perderse en el silencio.

A lo largo de los años Eduardo Stupía ha confiado en la creatividad y la fantasía del espectador, que inevitablemente es conducido a sobre interpretar líneas, filigranas, manchas y pinceladas. En ese camino de sutiles correspondencias imaginadas, las tramas de los dibujos que fue realizando el artista se mostraron como espejismos donde cada ojo proyectaba sus historias. Hay dibujos que se construyen obsesivamente alrededor de un núcleo que organiza el espacio a modo de un relato visual. También hay dibujos de núcleos múltiples, donde la tensión se reparte y equilibra.

La obra de Stupía se impone por su intensidad. Una intensidad que toma diversas variantes y, dentro de estas variantes, innumerables matices. A veces la intensidad se concentra en una zona que funciona visualmente como núcleo incandescente o como agujero negro; a veces la intensidad se reproduce en dos sectores (en una estructura que bordea lo simétrico) o estalla y se dispersa, generando múltiples focos de tensión. La oscilación entre el dibujo lineal y la mancha, entre los núcleos múltiples y la composición narrativa, se vuelve casi un acto ciego, una cuestión gestual, un puro movimiento. Toda su obra se puede pensar y ver como un único gran dibujo o, más bien, como un inmenso organismo en el que el dibujo, funcional y constitutivo, es pensamiento que se piensa a sí mismo, como resultado de una lógica que va y viene de lo material a lo poético. A medida que fue ampliando el concepto de dibujo, su obra se vuelve más incierta e inquietante.

La muestra que se presentamos en el IVAM incluye dibujos y pinturas realizadas en 2008 y 2009. El catálogo de la exposición reproduce estas obras además de textos del comisario, Francisco Calvo Serraller, Consuelo Ciscar, Fabian Lebenglik y del propio artista.