Un futuro en construcción
El libro soviético en el IVAM
Con el fin de contextualizar y enriquecer la lectura de la muestra dedicada a Alexander Ródchenko en la Galería 3, esta exposición de la sala de la Biblioteca presenta una selección de cincuenta joyas del diseño soviético de nuestra colección realizadas por artistas como El Lissitzky, Gustav Klucis, los hermanos Vladimir y Georgij Stenberg, Kasimir Malevich, Solomon Telingater, o por mujeres clave en el desarrollo de la vanguardia rusa como Natalia Goncharova, Várvara Stepanova, Natalia Pinus, Valentina Kulagina o Liubov Popova.
La selección centra su atención en un conjunto de publicaciones (libros y revistas) que fueron realizadas durante la década de los años veinte y principios de los años treinta en la antigua Unión Soviética, época de máximo esplendor de la vanguardia constructivista y de su programa de transformación de la cultura visual de un país embarcado en un acelerado proceso de industrialización y de transición hacia el socialismo. Fue esta una época en la que el formato de los libros, las revistas o la cartelística comercial y política, experimentó en este país la mayor revolución desde que Mallarmé dinamitara los esquemas de lectura y de composición del libro tradicional con su poema Un coup de dés jamais n’abolira le hasard (1897).
De la misma manera que la pintura acometió a principios del siglo XX la deconstrucción del espacio pictórico heredado de la perspectiva renacentista, algunas de las corrientes de vanguardia desarrolladas en Europa y Rusia propiciaron una auténtica revolución en la manera de entender, no sólo el contenido literario del libro, sino también el conjunto de signos visuales que conforman su apariencia física, su factura.
El Constructivismo ruso, movimiento al que pertenecieron la mayoría de los creadores presentes en esta selección, fue una de las corrientes estéticas que más contribuyó a la transformación radical del libro, así como a su consideración como objeto artístico. El Lissitzky, uno de sus más brillantes diseñadores, recordó en su ensayo La topografía de la tipografía (1923) que las palabras impresas en una hoja de papel no son apercibidas por el oído, sino por la vista, y es por ello por lo que proclamará la necesidad de desarrollar nuevos procedimientos para potenciar la experiencia visual y táctil de la lectura, de manera que el juego de signos expresara, en toda su complejidad, la riqueza de matices de la voz del emisor.
El fotomontaje y la nueva tipografía fueron los recursos plásticos sobre los que el Constructivismo sustentó su estrategia de transformación del libro concebido como arquitectura, un objeto mecánico y revolucionario para las masas convertido en poderoso instrumento para la construcción del socialismo. Las cubiertas de los libros, de los semanarios populares o los carteles comerciales y propagandísticos, se convirtieron en un campo de innovación formal sin precedentes; un territorio en el que la sutura de fragmentos de imágenes fotográficas y los juegos malabares con la palabra escrita transformaron para siempre la experiencia visual de un lector convertido en cómplice y partícipe del proceso de creación.