reproducción. Otros dos autores lo habían hecho antes que él: por un lado, el zoólogo alemán Bernard
Altum, que en 1868 había desarrollado en detalle una teoría del territorio, pero en un libro que no sería
traducido hasta más adelante; por otro, otro amateur, un periodista amante de la historia natural, Charles
Moffat, cuyos trabajos, publicados en 1903 en una obscura revista irlandesa (Irish Naturalists’ Journal
Revista Irlandesa Naturalista), permanecerán ignorados por los científicos. Si Howard es reconocido como
el verdadero pionero de las investigaciones se debe, ante todo, a que fue el primer autor leído por los
ornitólogos ingleses y estadounidenses que aportó una teoría detallada y unificada allí donde reinarían
innumerables fragmentos de hipótesis1. Luego, estuvo en el origen de la difusión rápida de un nuevo método:
la historia de vida de los pájaros individuales. Es importante: no se trata solamente de historias sino
también de “vidas” de pájaros –no olvidemos que muchos de los ornitólogos y amateurs, hasta esta época,
estudiaban a los pájaros principalmente matándolos o extrayendo sus huevos para constituir colecciones
o elaborar categorías.
Lo que los científicos llaman el “período pre-territorial” de la teoría del territorio designa el hecho
de que las observaciones eran relativamente parcelarias y sin elaboración teórica real. El proverbio de
Zenódoto que cité en exergo, por ejemplo, será retomado ulteriormente por hipótesis que postulan que
los petirrojos Erithacus rubecula aman la soledad. Antes de él, Aristóteles había observado en su Historia
animalium que los animales, las águilas Accipitridae Buteoninae en esta ocasión, defienden el espacio que
les permite asegurar la comida. Remarcaba igualmente que en algunos lugares donde la comida resulta
escasa no encontramos más que una sola pareja de cuervos Corvus Corax.
Para otros, el territorio estaría primero ligado a la rivalidad entre los machos con respecto a las
hembras. El espacio defendido, o bien permitiría al macho garantizarse la exclusividad de la hembra que se
instala allí, sería entonces un problema de celos, o bien le ofrece un sitio de “promoción” a partir del cual
cantar y pavonearse, con el fin de atraer a una eventual pareja. Esta será una de las hipótesis de Moffat.
En ese caso, el territorio no cuenta tanto como espacio sino como un conjunto comportamental.
La hipótesis del amor por la soledad del petirrojo, sin duda, no obtendrá la llave que le permita
entrar en los escritos científicos. La hipótesis de que el territorio permite al pájaro asegurar la exclusividad
de los recursos necesarios para su subsistencia será, en cambio, durante mucho tiempo, considerada
como pertinente, y numerosos ornitólogos estarán a su favor. La tesis de que el territorio está ligado a un
problema de competencia en torno a las hembras dominó durante mucho tiempo la escena pre-territorial
(fue especialmente favorecida por Darwin). Por más controvertida que sea, no sería abandonada, y regresaría
a menudo, bajo una forma u otra, en los escritos de científicos –sin duda favorecida por la atracción
de algunos por los bellos dramas que ofrece la competencia, y por otros (a veces incluso los mismos) que
no logran deshacerse de la idea de que las hembras son un recurso para los machos. Howard, no obstante,
cuestionó fuertemente la hipótesis de la competencia en torno a las hembras porque ésta no concordaba
con algunas de sus observaciones. Escribe, además, que no se hubiera sostenido durante tanto tiempo si
no fuera porque hemos pensado que los conflictos eran un problema exclusivo de los machos. Cuando, en
algunas especies, dice, las hembras se pelean entre sí, las parejas con las parejas, o a veces incluso una
pareja puede atacar a un macho o a una hembra solitarios. ¿Y cómo comprender que en las especies que
se desplazan para ir a los lugares de reproducción, los machos llegan a veces mucho antes que las hembras
y comienzan inmediatamente las hostilidades? El comportamiento territorial sigue siendo, a pesar de
todo, un problema de los machos. ¡Si las hembras, dice Howard, se comportasen de la misma manera y se
aislasen, no se encontrarían jamás!
1 Es, por ejemplo, la hipótesis de Ernst Mayr, “Bernard Altum and the territory theory”, Proc. Linnaean Soc., 45-46, 1935, p. 24-30.