territorial de los animales con el régimen del tener y de la propiedad, y lo asimila de hecho a una forma
de derecho natural. En suma, les atribuye a los animales una concepción moderna y no cuestionada de la
propiedad, haciendo de estos últimos pequeños propietarios burgueses preocupados por la exclusividad.
No se trata para mí de querer defender la dignidad ultrajada de esos animales movilizados en el
proyecto de defender una tierra dañada o unas existencias contaminadas. Pero si se trata de pensar la
reapropiación de la tierra, creo que hace falta prestar atención a las maneras de habitarla y a aquellos con
quienes tenemos que habitar. Comenzamos de muy mala manera con esta etología simplificadora.
Señalemos primero que es más que discutible el hecho de asociar la marca del animal con la suciedad
y de considerarla como la contrapartida de lo propio. Es para nosotros, o para la mayoría de nosotros,
que el excremento da cuenta de lo sucio; las cosas son mucho más complicadas para muchos animales.
Quien pudo ver a su perro revolcarse con entusiasmo en la basura o en los excrementos comprenderá
inmediatamente que estamos en otro ámbito del sentir. Además, poner a los mamíferos y a los pájaros
sobre la misma base no es una buena idea. Si bien la marca y el canto parecen tener funciones comunes:
se trata de hacer acto de presencia. Pero los mamíferos y los pájaros tienen problemas muy diferentes que
resolver cuando se trata de manifestar la presencia. Las similitudes, a partir de aquí, deben ser construidas
con prudencia. Es inconsecuente hablar “de los animales”. Aunque algunos pájaros pueden – si bien es
raro– marcar su presencia con sus deshechos, generalmente privilegian el canto y lo que podríamos llamar
las manifestaciones intensas de una presencia actual. Los mamíferos, la mayor parte de ellos, eligieron la
presencia evocada. El territorio, para la mayoría de los pájaros, es un sitio de espectacularización, es el
lugar por el cual el pájaro puede ser visto y oído. Tenemos además el derecho de preguntarnos si en ciertos
casos (es indiscutible en el caso de los lugares de exhibición) no es tanto el pájaro el que defiende su
territorio cuando canta y se pavonea, como el territorio el que le ofrecería la escena para sus cantos y sus
exhibiciones. Por lo demás, algunos ornitólogos ya han formulado la hipótesis.
La ambición de muchos mamíferos es completamente otra, y responde bien a lo que Jean-Christophe
Bailly proponía como definición de territorio: es un lugar donde podemos escondernos o, más exactamente,
es un lugar donde sabemos dónde escondernos23. El canto y las marcas, en este caso, no tienen ya
más que similitudes superficiales. Podríamos decir que los mamíferos se han convertido en maestros en el
uso de la metáfora in absentia –las marcas evocan, los animales se vuelven presentes sin estar allí–, y que
los pájaros eligieron lo literal: “acá estoy”, todo es pretexto para dar a ver y a escuchar. Un autor utiliza el
término “broadcasting” para designar este proceso, que puede significar “difundir”, y este es justamente el
caso –“broadcasting” también alude a la promoción por la difusión de medios de comunicación (radios o
televisores)24. Si el término “broadcasting” puede aplicarse tanto a los pájaros como a los mamíferos, lo será
en un sentido un poco diferente: en el caso del pájaro, invita a insistir sobre la “promoción”, la publicidad;
en el caso de los mamíferos que marcan, apunta al hecho de que el emisor y el mensaje no sólo no están en
el mismo lugar, sino que el emisor multiplica su presencia en tantos “difusores” como lugares donde dejó
sus marcas. Potencia diferida de la ubicuidad por mensajes.
23 Jean-Christophe Bailly, Le Parti pris des animaux, Christian Bourgois, 2013.
24 Luca Giuggioli, Jonathan R. Potts, Daniel I. Rubenstein, Simon A. Levin, “Stigmergy, collective actions, and animal social
spacing”, PNAS, 42, oct. 2013, p. 16904-16909.