24 Vanguardias históricas, los nuevos humanismos o las ilusiones del socialismo real. Era necesario ir más allá de las confrontaciones convencionales y abrir la cultura artística a otros territorios, tal como la Internationale Situationiste lo habían planteado a finales de los 50. En esta línea de reflexión y acción podrían entenderse las propuestas del land art o del arte povera que inauguraban nuevos lenguajes en el contexto de una búsqueda atenta a imaginar los nuevos tiempos. Allí coincidieron todos, atentos a inventar nuevos mundos, pequeñas utopías, juegos y situaciones en las que la ironía, unas veces, otras, un sentido lúdico de la vida, crearán las bases de un nuevo radicalismo tal como Guy Débord propusiera como una tarea urgente: «Cualquier construcción futura deberá ir precedida de una profunda investigación de las relaciones entre espacios y sentimientos, entre forma y estado de ánimo». Una exposición como This is Tomorrow de 1956 en la Whitechapel Art Gallery en la que Alison y Peter Smithson presentaban junto a Paolozzi y Henderson sus ideas sobre la habitación o casa del futuro, fue sin duda un verdadero manifiesto en defensa de las nuevas formas de vida que ya se iban dibujando en el horizonte crítico de aquellos años y que muy pronto pasarán a ser las ideas que con más eficacia oriente la reflexión en el campo de la arquitectura como el de las artes. Sería hoy de gran interés contrastar estas primeras propuestas con la que apenas años después sustenten la Biennale de Venezia de 1966 o la Dokumenta de Kassel de 1972. De manera generalizada comenzaron a emerger programas, gestos, situaciones que en su conjunto irán trazando un universo de signos en los que ya se anuncia el nuevo orden de ideas y mundos. Una tensión que permitirá al arte reinventar sus relaciones con su época, al tiempo que prefigurar el horizonte de otra época a la que nosotros pertenecemos. La tensión utópica, que había acompañado la experiencia de las Vanguardias, regresaba ahora en el contexto crítico y radical de quienes pensaban que el arte era el laboratorio privilegiado donde experimentar las formas de la cultura del futuro. Se trataba de un entusiasmo siempre dispuesto a imaginar nuevos lenguajes. Nuevos gestos que en su precariedad avanzaran las formas del futuro. Por otra parte, el acelerado proceso de industrialización polarizó las contradicciones del sistema social y cultural desarrollándose un espacio doble trabajo, el de un duelo por la pérdida de aquel heroísmo que las vanguardias habían reivindicado en su día para el arte; y, por otro, el furioso experimento de las formas y los gestos que invadieron los diversos escenarios de aquellos años, orientado las grandes líneas de una historia que llega hasta nosotros. En efecto, una primera lectura nos permite entrar en el amplio debate de ideas que recorrió de una forma plural las diferentes disciplinas artísticas a partir de los últimos años 50 y que interpelaron los conceptos y estrategias que comenzaban a delinearse hacia la construcción de la civilización postindustrial. Se trataba de una crítica que recorría por igual los planteamientos del arte y la cultura, situados ahora en una distancia crítica que interpelaba por igual los principios del Movimiento Moderno y de las ADOLPH GOTTLIEB Max-Minimal, 1973 Acrílico sobre lienzo, 274 x 229 cm
Colección del IVAM. XXV Aniversario
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