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Colección del IVAM. XXV Aniversario

20 mer lugar, de presentar en sus contextos los diferentes movimientos que expresaran las tendencias del mundo contemporáneo. Se buscaba acercar al gran público la historia del arte del siglo XX ya sea a partir de los diferentes 2 momentos de las Vanguardias históricas, ya siguiendo los nombres de quienes eran reconocidos por el canon fijado por la crítica o ya asomándose a la más inmediata actualidad en el complejo tejido de gustos, tendencias y valores estéticos. En este sentido, el papel jugado por los Museos de Arte Moderno resultó fundamental a la hora de educar, orientar el gusto y la sensibilidad de un público que vivió los años 80 y 90 con una gran curiosidad. Unos y otros encontraban en el arte la forma y discurso de una nueva forma de pensar y de imaginar el futuro. Los análisis de Jean Baudrillard en relación al llamado por él «efecto Beaubourg» señalaban el inicio de una época que Alain Touraine y Daniel Bell habían definido como postindustrial society y en la que la emergente industria cultural transformaría no sólo el gusto sino también la forma de pensar, como había señalada con sus análisis Th. W. Adorno. La década de los 80 fue un tiempo orientado por valores profundamente estetizados, lo que favorecerá el primado del arte en la configuración del sistema de valores y actitudes dominantes en los sujetos de la década. Como bien es sabido, fue a partir de estos años que la institución del arte adquirió su máxima presencia y visibilidad, articulando contextos, lenguajes y estrategias expositivas en un mundo que daba ya los primeros pasos de una incipiente pero acelerada mundialización. En el caso del IVAM fueron años de gran actividad orientada en dos direcciones principales. La primera, la de las exposiciones que desde el inicio pueden considerarse marcadas por el diálogo con los grandes artistas europeos y norteamericanos que pautaron la historia del arte del siglo XX. Una lectura de la historia del museo refleja ejemplarmente esta atención principal. Pero sin dejar de atender las grandes figuras del arte español del siglo como Picasso, Miró, Dalí o Julio González, etc., junto a aquellos otros que desde los años 60 habían propuesto su modo particular de expresión artística y que terminó siendo la voz de las generaciones que pronto tendrán nombre propio en el contexto internacional de las décadas sucesivas. Paralelamente se fueron planteando las líneas de la Colección del IVAM, de la que esta exposición es tan sólo una muestra y un trabajo interpretativo. Como sabemos el coleccionismo es un fenómeno de alcance universal y su historia es una de las aventuras más fascinantes, cuyos límites la fantasía apenas puede dibujar. El mayor de los museos es sin duda alguna el mundo y figuras como Athanasius Kircher entre otros se encargaron de reunirlo en sus diferentes Colecciones. Esta idea de reconstruir el mundo en una instancia, gabinete o museo ha generado historias varias, muchas veces extravagantes. Tras ellas vaga el alma del coleccionista. El reunirá todo aquello que entre curiosidades y rarezas –marcadas unas por la excepción, otras por la lejanía o el exotismo– serán coleccionadas en los gabinetes de cada época. El Nuevo Mundo se presentará a las Cortes europeas como un reducto poblado de seres sorprendentes que pronto pasarán a formar parte de las colecciones del siglo XVI. En las Wunderkammern del XVII otros objetos ocuparán la curiosidad insaciable de quienes aman los extremos del mundo, sus irregularidades naturales, sus excepciones y aquel extraño universo de sombras del que emergen los monstruos. Más tarde, serán las Luces las que intenten poner orden en el mapa de los seres, estableciendo entre taxonomías y otras clasificaciones la medida que rige el sistema de las planches de la Encyclopédie, que Barthes consideraba como el cuadro más bello del siglo XVIII. Un orden que generará más tarde otros modelos, guiado siempre por la curiosidad moderna que identifica y ama nuevos mundos y objetos que sabe conducir primero a sus colecciones, luego a sus museos. Una historia que Krzysztof Pomian, entre otros, ha recorrido ejemplarmente prestando especial atención a los diferentes momentos en los que el coleccionismo define sus gustos y preferencias. De Venecia a París, a lo largo de los siglos XVI a XVIII, crecen las formas más variadas del coleccionar. A su ritmo se van dibujando las líneas que delimitan el territorio de lo visible y de lo invisible, dejando el espacio abierto para el deseo y la curiosidad, un espacio que recorrerán todo tipo de curiosos, atentos a la fascinación que lo nuevo, lo extraño, lo raro o lo lejano pudiera producirles. Bastaría observar la sorprendente sintaxis que relaciona los objetos del coleccionista. En ellos se dan cita todas aquellas posibles extravagancias


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